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Haití – El asesinato del presidente expone la descomposición social y política del país

El 6 de julio, en una operación, fue asesinado el presidente de Haití, Jovenel Moïse. El primer ministro interino, Claude Joseph, declaró el estado de sitio. La Policía Nacional abatió a cuatro sospechosos y detuvo a otros dos. Se habla de la acción de fuerzas extranjeras, destinadas a desestabilizar el país.

Moïse subió al poder apoyado por la fracción exportadora de la burguesía haitiana, vinculada a los monopolios y gobiernos estadounidenses. Fueron estas fuerzas las que lo llevaron a la presidencia al aprobar una Reforma Electoral que impedía la participación de la oposición. A continuación, inició una serie de contrarreformas antinacionales y antipopulares, dictadas por el imperialismo. Estas medidas provocaron levantamientos populares a lo largo de 2020. Para mantenerse en el poder, tras ganar su mandato en 2021, recurrió a la disolución del Congreso, y comenzó a gobernar por decreto. Esto le hizo entrar en conflicto, no sólo con las masas, sino también con las facciones de la oligarquía burguesa haitiana que habían sido desplazadas del aparato estatal.

La prensa imperialista ha establecido la tesis de un «Estado fallido» como expresión de la incapacidad del pueblo haitiano para construir una República fuerte y una amplia democracia. Esto oculta su carácter de país semicolonial, oprimido por el imperialismo, que determina la ayuda humanitaria que prestará, los objetivos que perseguirá y el presidente que ocupará el cargo. El raquitismo de las fuerzas productivas y la concentración de los ingresos de las exportaciones por parte de una minoría burguesa hacen que los fondos internacionales de «ayuda humanitaria» sean el motivo de las disputas internas en torno al parasitismo del Estado. El asesinato de Moïse fue una represalia de las bandas políticas y las facciones burguesas, desplazadas y sin acceso a los recursos del Estado.

Esto está sucede por sobre las condiciones de profundo atraso nacional y destrucción de las condiciones de vida de las masas, que están en la base de los levantamientos de los explotados en los últimos años. La experiencia ha demostrado a las masas que, mientras se cambia un gobierno por otro, nada mejora en sus vidas, la opresión imperialista continúa y el saqueo del país por parte de los monopolios y sus aliados internos continúa. Por eso, la verdadera «reconstrucción» del país comenzará con la lucha contra el intervencionismo estadounidense, la ruptura con el imperialismo en su conjunto y la expulsión del poder de la oligarquía burguesa.

Antigua colonia francesa, independiente desde 1804, producto de una revuelta de los esclavos negros contra los terratenientes esclavistas franceses, Haití es el país más pobre del hemisferio occidental. La derrota de las fuerzas francesas, y luego de las españolas, que luchaban por retomar el control colonial del país, llevó al imperialismo a aplastar la revolución. Francia, tras su expulsión, impuso a Haití una indemnización anual por sus pérdidas. Más tarde, sería Estados Unidos quien bloquearía todo desarrollo industrial y comercial en Haití, con el objetivo de extender su control sobre las Antillas. La opresión imperialista es en gran parte responsable de las condiciones de profundo atraso económico y penuria de las masas. En este largo proceso de dominación y saqueo, fracasaron los intentos de formar un partido revolucionario.

En los levantamientos se forjará la vanguardia que podrá construir una dirección revolucionaria y edificar el programa de la revolución proletaria, capaz de transformar la revuelta permanente de las masas contra los gobiernos antinacionales y antipopulares que se suceden. La expulsión del imperialismo y la independencia nacional son necesarias, para que puedan iniciarse transformaciones profundas en la base económica del país. Sólo un gobierno obrero y campesino podrá resolver las tareas democráticas pendientes en Haití y abrir el camino al desarrollo de las fuerzas productivas industriales.

 

(POR Brasil – MASSAS nº 642)

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