Expulsión de los Estados Unidos de Afganistán │ Nuestra diferencia esencial con las demás corrientes de izquierda

POR Brasil (Massas nº645)

 

Nos interesa entender las posiciones de las corrientes que vienen del tronco del estalinismo y del trotskismo. Hemos tenido acceso a las notas del PCdoB, PCB, PSTU (LIT), MRT (FTQI) y PCO. Veamos las conclusiones:

PCDOB – ′′Solidaridad y lucha anti-imperialista es lo que seguiremos haciendo en pro del pueblo afgano. Depende de él definir los rumbos de su país. Algo que apoyaremos sin hurtarnos de denunciar violaciones a los derechos humanos y la promoción de la desigualdad y opresión a las mujeres».

PCB – ′′Hoy destaca la necesidad de la lucha popular contra cualquier fuerza reaccionaria y oscurantista inextricablemente vinculada a la lucha contra el sistema capitalista y las fuerzas y planes imperialistas que los originan y de ellos se valen «.

PSTU – ′′ En síntesis, la consumación de una derrota imperialista acaba de suceder. Esto fortalece las luchas contra el imperialismo de los trabajadores y las masas en el mundo y llamamos a redoblarlas. Al mismo tiempo, asume el poder una organización cuyo proyecto es instalar una dictadura teocrática. La tarea que comienza en Afganistán es la lucha contra el nuevo gobierno».   

MRT – ′′Mientras tanto, la lucha contra el imperialismo no pasa por el apoyo al fundamentalismo islámico, que en toda la región-y no menos en Afganistán-defiende los intereses de las burguesías árabes y sus acuerdos con las mismas potencias imperialistas (el talibán busca agradar “griegos y troyanos”, chinos y norteamericanos«.

PCO – ′′ La victoria del talibán representa la victoria de todo el pueblo oprimido contra la opresión del imperialismo».

Se nota que hay un reconocimiento generalizado de que hubo una derrota del imperialismo. También hay un parecido, a excepción de PCO, de condenar la dictadura del Talibán y, en particular, el oscurantismo religioso y la opresión de las mujeres. En ese aspecto, el MRT y el PSTU son los que más cargan las tintas. De conjunto, tanto las corrientes provenientes del estalinismo, como aquellas que se reclaman del trotskismo, si transforman sus posiciones en una bandera, tendrían que decir fuera el imperialismo y los talibán. Por lo tanto, estarían en una posición aparentemente neutral. Ocurre que no hay equivalencia entre el imperialismo opresor de los pueblos semicoloniales y el talibán oscurantista, fundamentalista y opresor de las mujeres.

El POR también considera que el talibán entraña toda esa ideología reaccionaria, que se convierte en explicación para la discriminación de las mujeres, etc. Sin embargo, no está de acuerdo en poner un signo de igualdad entre el imperialismo y el talibán. Esta distinción se hace aún más necesaria, cuando están en enfrentamiento, el imperialismo opresor de las naciones y el talibán opresor de la mujer, etc. Hay que apoyar la guerrilla y el levantamiento del talibán en las condiciones concretas de choque entre la nación opresora y la nación oprimida. Lo que no significa apoyar y acordar con el nacionalismo islámico y sus tradiciones medievales.

El imperialismo y sus portavoces internacionales pusieron la victoria del Talibán como la negación de la democracia, la libertad y la liberación de las mujeres. Esta falsificación debería ser clara y duramente rechazada. Lo que no hicieron las corrientes antes citadas, a excepción del PCO que con su acostumbrada generalidad periodística hizo la denuncia.

El marxismo-leninismo-trotskismo asentó, con absoluta definición, la diferencia entre las naciones civilizadas opresoras (imperialistas) y las naciones retrasadas y bárbaras (colonias y semicolonias). Lo fundamental no está en la diferencia entre la democracia parlamentaria y la teocracia, sino en los intereses materiales que ponen en choque al imperialismo y la semicolonia. El marxismo siempre ha apoyado incondicionalmente a la nación oprimida contra las metrópolis, independientemente de los regímenes políticos. No cabe duda de que los marxistas-leninistas-trotskistas tenían y tienen la obligación de ponerse al lado de la resistencia de la guerrilla de los talibanes, ya que expresaba el enfrentamiento entre el imperialismo y el Afganistán semicolonial.

La idea de que se debe apoyar al pueblo afgano y no al talibán, en su guerra contra los Estados Unidos y el gobierno títere, es una abstracción, para ocultar la asimilación de las presiones de la campaña imperialista. La mayoría de los afganos, que ya no aceptaban el control del país por Estados Unidos, se puso del lado del talibán, dado que éste fue arrancado del poder por la fuerza, y se refugió en el seno de la población, combatiendo desde sus entrañas, la estabilización del régimen títere y la dominación imperialista.

El hecho de que el Talibán ejerciera una dictadura teocrática y reprimido salvaje la conducta social y sexual de las mujeres no impidió que importantes capas de la población acogieran la guerrilla y finalmente impulsaran la retomada del poder por los talibán. En detrimento de su reaccionarismo, prevaleció el nacionalismo, que se materializó en la forma de guerra de guerrilla, contra los invasores del país y sus esbirros. La inmensa mayoría de los afganos, ciertamente, se guió por ese nacionalismo, que, concretamente, resistió durante casi 20 años a la dominación estadounidense, y terminó ganándola.

El temor de ser identificado con el oscurantismo del talibán llevó a casi toda la izquierda a adaptarse a la campaña del imperialismo, de que la victoria del talibán equivale a un retroceso, en la democracia y en la supuesta liberación de las mujeres. Esta máscara ideológica fue confeccionada para ocultar el real sentido de la pérdida material de la dominación imperialista de un país estratégico en Asia Central. No por casualidad, portavoces del imperialismo se esmeraron en mostrar el peligro de la penetración china y rusa en el espacio dejado descubierto por los estadounidenses y sus aliados, con vistas a la agravación de la crisis mundial y, por ende, de la guerra comercial. Los analistas europeos se refirieron al declive de Estados Unidos.

La gigantesca presión de la prensa imperialista y pro-imperialista pesó sobre las izquierdas-que, por no tener programa, por haberse alejado del marxismo, o contrapuesto a sus fundamentos básicos- cedieron. Vimos cómo la campaña contra la vuelta del Talibán al poder fue dirigida a la clase media, que ejerce una enorme influencia sobre las corrientes estalinistas y revisionistas del trotskismo. Es sintomático que tales corrientes, salvo particularidades, conciben la opresión sobre las mujeres como paralela a la opresión de clase. No es extraño que no hayan atacado la campaña orquestada internacionalmente por el imperialismo, basada en la propagación de imágenes sobre la violencia del talibán contra las mujeres. Así, comparecieron como tanto enemigo del talibán como de Estados Unidos. Por tanto, se negaron a ponerse bajo la bandera de la defensa incondicional de la expulsión del imperialismo y de la autodeterminación de la nación oprimida.

Tomemos como hipótesis la existencia de un partido revolucionario en Afganistán. ¿Estaría obligado o no a luchar al lado del talibán para derrocar al gobierno títere y expulsar a las fuerzas imperialistas? Afirmamos que sí. El hecho de que el talibán sea teocrático, opresor de las mujeres, etc., ¿sería motivo para no constituir un frente único anti-imperialista? EL POR entiende que si se negara a ese enfrentamiento al lado del talibán significa, en caso de su derrota, el fortalecimiento del imperialismo; y en caso de su victoria, el fortalecimineto del partido revolucionario, que es el único capaz de derrotar, finalmente, el nacionalismo islámico y sus terribles consecuencias sociales.

No se puede desconocer que el talibán se asienta en el pre capitalismo y en los restos feudales de la conformación de Afganistán. Su existencia está profundamente marcada por invasiones extranjeras. Las divisiones tribales y étnicas no se pueden superar. Continúan como fuerzas centrífugas, que exigen la centralización dictatorial. Hubo intentos de reformas modernizantes, que fracasaron, por estar bajo influencia externa. El gran retraso de las fuerzas productivas alimenta el sectarismo. El talibán se formó y se fortaleció (entonces, con apoyo del imperialismo estadounidense) en la guerra contra la ex Unión Soviética y en la guerra civil que se prolongó. Se convirtió en la fuerza hegemónica, apoyándose en la rigidez del islamismo. Los ingleses, en el siglo XIX, buscaron domesticar a los afganos, y fracasaron. Eso cuando el capitalismo desarrollaba las fuerzas productivas mundialmente. Lo mismo intentaron los persas y los rusos. La intervención de Estados Unidos, en las condiciones de desintegración del capitalismo, con todo su poderío (se estiman que han gastado más de un billón de dólares), no logró estabilizar un gobierno títere, capaz de desarrollar las fuerzas productivas capitalistas, reducir el peso del pre capitalismo, eliminar las herencias feudales, y superar la fragmentación tribal. Ahí están los motivos que permitieron la supervivencia del talibán, el fortalecimiento de la resistencia guerrillera y, finalmente, la retomada del poder. Por eso suena estúpido la campaña imperialista de que el regreso del Talibán y la retirada de Estados Unidos hacen retroceder un proceso civilizatorio.

EL POR levantó inmediatamente la bandera de defensa incondicional de la expulsión de Estados Unidos, y por la autodeterminación de la nación oprimida. Solo así reconoció que el problema fundamental está en el que en Afganistán no existe una dirección revolucionaria, marxista-leninista-trotskista. Más grave aún es la falta de una dirección mundial del proletariado, necesaria para responder, estratégica y prácticamente, con el programa de la revolución proletaria, al levante nacional anti-imperialista en Afganistán. Al mismo tiempo, es parte de la tarea de superar la crisis de dirección, que la vanguardia revolucionaria desarrolle una política cristalina de defensa de la nación oprimida contra la nación opresora. Una política de derrota del imperialismo, a través de la lucha de clases mundial. El levantamiento en Afganistán, que tiro abajo la continuación de la intervención estadounidense, es parte de la lucha internacional de la clase obrera.

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