Se agrava la crisis mundial

La clase obrera y los demás explotados están frente a la necesidad de reaccionar con su programa, política y organización propios

En varios países la pequeña burguesía urbana está siendo regimentada para servir de base social a la amplia alianza imperialista. Alianza liderada por los Estados Unidos para contener la ofensiva militar de Rusia en el territorio de Ucrania y derrotar el objetivo de Putin de derribar al gobierno de Zelenski y de imposibilitar la vinculación del país a la Unión Europea y la OTAN. La prensa internacional, controlada por las potencias, ha hecho de todo para ocultar que el principal responsable por la confrontación en suelo ucraniano son los Estados Unidos, que comandan la OTAN. Las maniobras contra Rusia en la ONU –una guarida del imperialismo– tiene como objetivo atraer la atención mundial hacia la farsa del pacifismo yanqui.

A cada avance del cerco militar a Rusia, por el brazo armado estadounidense en Europa, se alteraba el equilibrio de fuerzas alcanzado en la pos-guerra, fundamentalmente con el desmoronamiento de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La OTAN fue montada como una pieza de guerra, asentada en una poderosa alianza de las potencias imperialistas vencedoras para barrer las conquistas históricas del proletariado ruso y mundial. Era una cuestión de tiempo que se reconstituyera un nuevo cuadro de conflagración.

La caída de la URSS ocurrió en el marco del colapso de las “repúblicas populares” del Este Europeo. El Pacto de Varsovia y la URSS colapsaron. Y la OTAN se potenció, incorporando a los países que fueron desprendiéndose del sistema soviético burocratizado, adaptado y volcado a la restauración capitalista. La vía anárquica de la restauración, lanzada bajo el gobierno de Yeltsin, fue contenida por el régimen montado por el gobierno de Putin. Los Estados Unidos y sus aliados europeos se encontraron con la necesidad de Rusia de recomponer su control regional, que encuentra sus raíces en el Imperio. Raíces que fueron rotas por la revolución proletaria, por el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas y por la constitución de la URSS, pero que, sin el progreso de la revolución mundial, no pudieron extirpar esas raíces.

Rusia montó una Federación con una pequeña parte de las quince repúblicas soviéticas, que se dispersaron y fueron a buscar abrigo en las potencias Europeas y en la OTAN. El brazo armado de los Estados Unidos en Europa, de instrumento contra la URSS, pasó a protector militar de las ex-repúblicas populares y ex-repúblicas soviéticas que se rebelaron. La incorporación de Ucrania no sería sólo un paso más, sería un paso que aproximaría al confinamiento casi total de Rusia. Es por eso que la respuesta de Putin es defensiva.

El hecho de que las Fuerzas Armadas rusas cercaron e invadieron a Ucrania -un país indefenso- ha sido traducido por los Estados Unidos como una posición ofensiva, contraria, por lo tanto, al orden mundial establecido en la pos-guerra. Es un hecho objetivo que la invasión representa un acto de guerra, que tiene por contenido la opresión nacional de una potencia sobre una débil nación oprimida -que se está dejando arrastrar por el imperialismo estadounidense y europeo. Evidencia profundas contradicciones, que emergen del capitalismo en descomposición y del proceso de restauración, que amplió su marcha ascendente con la desintegración de la URSS. Inevitablemente el retorno de parte de las ex-repúblicas soviéticas al capitalismo y la vuelta de las ex-repúblicas populares a la condición de siervas de las potencias las convirtió en medios e instrumentos de presión de los Estados Unidos sobre el proceso de restauración en la Federación Rusa.

Putin no puede volver al pasado, con la aspiración de reconstituir el extinto Imperio Gran-Ruso. La Revolución de Octubre de 1917 y la formación de la URSS iniciaron la transición del capitalismo al socialismo. Ése era el camino de enfrentamiento a la dominación imperialista y de combate a sus tendencias bélicas. La Revolución China confirmó la necesidad histórica de fortalecer e impulsar el proceso de transición como parte de la revolución mundial. Ese camino revolucionario fue recorrido por la lucha de clases y por el desarrollo de las fuerzas productivas socialistas hasta un cierto punto.

El derrumbe de la URSS y la adaptación de China a la economía de mercado impulsaron la restauración capitalista, sirviendo, en última instancia, a los intereses del imperialismo. El objetivo de Rusia de conservar su poderío regional y el de China de expandir mundialmente su capacidad productiva y comercial pasaron a chocar con la hegemonía de EE.UU. y con los intereses de conjunto de las potencias Europeas, y también de Japón, en las condiciones de crisis de superproducción y de guerra comercial.

La apelación de Rusia para que Ucrania no fuese incluida en Unión Europea y en la OTAN es defensiva. Defensa que tiene origen en la caída del gobierno pro ruso, en 2014, y en la introducción de la tarea de promover la integración del país a la Unión Europea y a la OTAN en la nueva Constitución, como también lo fue la guerra civil en Donbass y en la anexión de Crimea por Rusia. El acuerdo de paz de Minsk no resolvió el principal factor de la crisis, que era y es el impedimento de que Ucrania forme parte de la OTAN. O Rusia reaccionaría contra la instalación de bases militares en sus fronteras, o cedería al objetivo de los Estados Unidos de completar el cerco impulsado desde el desmoronamiento de la URSS.

El motivo inmediato de la ocupación de Ucrania es el de imponer al gobierno ucraniano la renuncia al plan de incorporación del país a la OTAN. Pero el objetivo estratégico es el de recuperar el terreno perdido por Rusia, con la diáspora de las ex- -repúblicas soviéticas. En sentido contrario, los Estados Unidos están en franca guerra comercial, intensificada por el gobierno de Trump, con la ruptura de la orientación del multilateralismo, y volcada principalmente contra China. Pero Rusia es parte del mismo problema. Los Estados Unidos se vieran en la contingencia de volcar su atención a Ucrania, ya que no puede admitir que Rusia impida el avance de las fuerzas imperialistas en la región, donde el proletariado revolucionario y su partido bolchevique habían levantado la URSS, en las condiciones de la Primera Guerra Mundial imperialista.

La adaptación de la URSS al capitalismo mundial, en un proceso de rehabilitación progresiva de las fuerzas burguesas internas, bajo la protección de la burocracia estalinista, dio origen a un movimiento histórico contrario al de la transición del capitalismo al socialismo. Sin el control de la clase obrera sobre las incipientes fuerzas productivas socialistas y sobre su propio Estado, se minaron las bases de la propiedad social de los medios de producción. La casta burocrática que se elevó, movida por las contradicciones internas de la atrasada economía rusa y por los condicionamientos mundiales del imperialismo, acabaría sometiéndose gradualmente a la hegemonía estadounidense de pos-guerra.

La clase obrera, que estuvo en la base de la constitución de la URSS, fue siendo puesta al margen de la dirección política y económica, le fue extirpada de su seno el partido bolchevique. La liquidación de la III Internacional, al mando de Stalin, resultó de ese proceso interno. Se instauró una crisis de dirección sin precedentes, al interrumpir y retroceder la lucha del proletariado por la transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social. Por ese motivo, hoy Rusia, o la Federación Rusa de Putin, no tiene cómo ser defendida por la clase obrera y por las masas campesinas pobres, como fue defendida con los métodos revolucionarios en la Primera Guerra Mundial después de la Revolución de 1917 y en la guerra civil, posterior, a no ser que los explotados pongan nuevamente de pie las organizaciones soviéticas y su dirección revolucionaria. Lo mismo pasa en las ex-repúblicas soviéticas.

El proletariado ucraniano era y es la única fuerza social capaz de derribar a la oligarquía pro-Unión Europea, impedir el cerco de la OTAN a Rusia y garantizar la autodeterminación real del país. Sin embargo, no ha sido posible unir a la clase obrera rusa y ucraniana, de tan desorganizada e influenciada por el nacionalismo burgués y pequeñoburgués. Si el proletariado involucrado directamente en la guerra se muestra incapaz políticamente de manifestarse en defensa de una respuesta propia y opuesta a la del imperialismo y de la oligarquía burguesa rusa, mucho más difícil es para la clase obrera en Polonia, Alemania, Francia, Estados Unidos, en fi n, para el proletariado mundial. Esa pasividad de la clase revolucionaria en Europa frente a la guerra en Ucrania pone a la luz del día la gravedad de la crisis de dirección.

En medio a una masiva campaña del imperialismo, sectores de la pequeña-burguesía comienzan a movilizarse. El aislamiento social de Rusia tiende a crecer en la medida en que se prolongue la guerra, crezcan las muertes, se agigante la ola de refugiados y aumente el amontonamiento de escombros. Los Estados Unidos pasaron a contar a su favor con la penetración en las masas de la falsa tesis de que intentó una solución pacífica, y de que la OTAN es defensiva, frente a una Rusia ofensiva. En realidad, el imperialismo y su brazo armado empujaron a Putin a ocupar Ucrania.

La posición del imperialismo de no enviar fuerzas externas tan solamente indica el imperativo de no instalar una guerra en Europa, que podría asumir características de guerra mundial. Pero, frente a la resistencia ucraniana y el recelo de Rusia en usar todo su poderío militar para aplastar a los oponentes, creció la unidad de las potencias en torno a las orientaciones de Biden. Unidad que cuenta con la pasividad del proletariado y con el apoyo de la opinión pública de la pequeñaburguesía contraria a la invasión rusa.

El cambio de posición de Alemania, que pasó a enviar recursos y armamentos para la resistencia ucraniana, es la más sintomática. Y más sintomático todavía fue la decisión del canciller alemán de elevar los recursos destinados al rearme del país. Lo que significa elevar a un nuevo nivel la escalada militar en Europa y en el mundo. La industria bélica viene exigiendo medidas de esa naturaleza, en medio del recrudecimiento de la guerra comercial. Ese es el principal síntoma de la crisis que, por ahora, permanece restringida al marco de Ucrania y Rusia.

La unidad en torno a las sanciones económicas tiene trascendencia en el sentido de que los Estados Unidos están usando las armas de la guerra comercial. No es secreto que los monopolios del petróleo y el gas, comandados por los estadounidenses, vienen desde hace mucho tiempo oponiéndose a la independencia con que Rusia controla y administra sus abundantes recursos naturales. Pesa en las relaciones económicas el hecho de que provee el 40% del gas a Europa. Washington ejerció una gran presión sobre Alemania en particular para que no colabore con la construcción del gasoducto que pasa por Ucrania. Ahora consiguió suspender el funcionamiento del Nord Stream. Esa represalia forma parte de la guerra comercial.

La desconexión de los bancos rusos del sistema de pago internacional (Swift), controlado por los Estados imperialistas y por el capital financiero, manejado desde los Estados Unidos, fue anunciado con el objetivo de sofocar la economía rusa y, así, provocar una división entre los oligarcas y el gobierno, y causar descontento en la población. Lo mismo respecto al corte de abastecimiento de bienes tecnológicos. Con tales medidas, golpean ramas fundamentales de la producción y a los grupos de capitalistas que sostienen al gobierno de Putin.

La discusión en la prensa sobre si Rusia tendrá cómo evitar parte de esas medidas, es secundaria. Lo más importante es que evidencia hasta qué punto Rusia se encuentra integrada al sistema de dominación imperialista. Y hasta dónde los oligarcas se encuentran presionados para ir adelante con la restauración capitalista, bajo orientaciones externas.

La restauración, por medio del capitalismo de Estado, tanto en Rusia como en China, ya no sirve al capital financiero internacional, que se encuentra encerrado en un pantano. Rusia podría continuar oprimiendo las ex-repúblicas soviéticas, si tuviera sus fronteras abiertas al capital financiero y a los monopolios. Si es inevitable la influencia económica de Rusia en Europa Occidental, mucho más todavía en la región oriental y asiática, a la que está ligada históricamente.

La guerra en Ucrania, por sí sola, afectará a Europa, y, por ese camino, a la economía mundial. El conjunto de sanciones tendrá, como los propios analistas de la burguesía indican, una repercusión generalizada, derrumbando todavía más el crecimiento mundial, ya raquítico, e impulsando la espiral inflacionaria. Las masas, duramente sacrificadas por la larga pandemia, tendrán que cargar con la mayor elevación del costo de vida y desvalorización del precio de la fuerza de trabajo. Es por esas condiciones de opresión de clase que el proletariado se levantará contra los capitalistas y sus gobiernos, y podrán elevar su comprensión sobre la necesidad de combatir la ofensiva de los Estados Unidos contra Rusia y China, y, al mismo tiempo, combatir la burocracia oligárquica restauracionista.

Se plantean en esta situación las siguientes banderas: por el desmantelamiento da OTAN; por el fi n de las bases militares de los Estados Unidos en Europa y en el mundo; retiro inmediato de las tropas rusas de Ucrania; por la autodeterminación y unidad territorial de Ucrania; recuperación de las conquistas revolucionarias del proletariado con la constitución de la URSS.

Estas banderas corresponden a la lucha del proletariado, en el campo de la independencia de clase y bajo la estrategia histórica de los Estados Unidos Socialistas de Europa. Es imprescindible que la vanguardia con conciencia de clase dé esa batalla volcada a construir los partidos marxista-leninista-trotskistas, como parte de la reconstrucción del Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional.

28 de febrero de 2022

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