CERCI

Dos meses de guerra: Estados Unidos recrudece su ofensiva contra Rusia

Sólo la clase obrera en lucha puede enfrentarse al imperialismo y a la barbarie

Declaración del CERCI 26-04-2022

El CERCI denunció que Estados Unidos mostraba un claro interés en bloquear un acuerdo de paz y prolongar la guerra todo lo posible. La concentración de fuerzas en la región del Donbass y el hundimiento del portentoso buque de la Flota del Mar Negro «Moskva», el suministro permanente de armamento sofisticado, indicaban las dificultades de Rusia para derrotar a la resistencia de Ucrania.  Cualquier excusa es utilizada para no llegar a un acuerdo.

El imperialismo norteamericano, que dirige los pasos del gobierno de Zelenski, ha estado sosteniendo la continuación de la guerra con una vasta campaña mundial de aislamiento de Rusia, aplastamiento económico; y mucha financiación, enviando armas e instrucción a los militares ucranianos. Cuanto más dure la guerra, cuanto mayor sea la destrucción material y de vidas, más se verán afectadas y debilitadas las fuerzas rusas. La prolongación de la guerra agrava la situación económica en Europa y en todo el mundo. Empresarios de la industria pesada y sindicatos de Alemania piden al gobierno detener la guerra y no avanzar con las sanciones ya que puede ocasionar daños en la economía que lleve mucho tiempo em reparar.

Hasta ahora, Estados Unidos y su alianza europea no han necesitado intervenir directamente. La estrategia de esperar los avances y retrocesos de la guerra y apoyarse en la capacidad de resistencia de las fuerzas ucranianas, está dando al imperialismo sus frutos. Biden señala que se ha podido asegurar una posición de superioridad de Zelenski en las negociaciones, para no aceptar el control ruso sobre la región del Donbass. Los portavoces del gobierno estadounidense afirman que es posible una derrota rusa. Aunque no sea el resultado de la guerra, el imperialismo cuenta con un debilitamiento económico y militar de Rusia.

La decisión de Biden de enviar armas de mayor poder destructivo -como tanques, misiles, cazabombarderos y aviones no tripulados- se corresponde con una fase de escalada de la guerra, cuyo peligro de extenderse más allá de las fronteras de Ucrania y Rusia está presente. Es sintomático que el Pentágono se haya reunido con los capitanes de la industria militar -entre ellos Lockheed Martin Corp y Rayton Co- para que suministren rápidamente el armamento que abastecerá a las Fuerzas Armadas de Ucrania. Se cumple una vieja exigencia de EEUU a Europa de que cargue con los costos de la OTAN y amplíe sus presupuestos militares. La escalada armamentista se amplía en medio de la guerra, y debería continuar teniendo impulso en el próximo periodo en que la guerra comercial de EE.UU. contra China, que viene evolucionando desde hace un tiempo, deberá ser más ofensiva.

El agotamiento del reparto del mundo de la Segunda Guerra Mundial, la sobreproducción y el agravamiento del parasitismo financiero están creando un marco de confrontación entre las naciones, que se asemeja a la situación previa a la guerra mundial. La conflagración en Ucrania ha sido y es impulsada y potenciada por el intervencionismo estadounidense, que cuenta con la OTAN como brazo armado europeo y mundial. Estados Unidos ya ha invertido 2.600 millones de dólares en armamento, y ahora Biden lo ha elevado a 3.700 millones. La Unión Europea ha aportado 1.600 millones de dólares. Estas cifras oficiales son suficientes para mostrar el compromiso del imperialismo de llevar hasta sus últimas consecuencias la orientación de hacer de Ucrania carne de cañón, ante una Rusia desesperada por el avance del cerco militar de la OTAN y la creciente pérdida de control sobre las antiguas repúblicas soviéticas. La reunión del Secretario de Estado estadounidense Antony Blinken y del jefe del Pentágono Lloyd Austin con Zelenski en suelo ucraniano fue un gesto de apoyo a la continuación de la guerra y el descarte de las negociaciones sobre un acuerdo inmediato.

Cuando la guerra cumple dos meses, el objetivo del Pentágono es agotar al máximo la capacidad económica y militar de Rusia. Su prolongación aumentará la carga de pérdidas humanas y militares, que acabarán convirtiéndose en un factor de la crisis política dentro de Rusia. El imperialismo espera que se produzca una escisión en la oligarquía que ha apoyado al gobierno de Putin desde antes de la guerra, y se desaten las presiones de la pequeña burguesía. Europa también está pagando caro la guerra, quedando más debilitada su economía.

La intensificación de los bombardeos y la desarticulación de la resistencia en Donbass -cuyo síntoma dramático ha sido el asedio ruso al complejo siderometalúrgico de Azovstal, en Mariupol, y la exigencia de rendición de la 36ª infantería y del batallón Azov, procedentes de grupos paramilitares fascistas- se han inclinado a favor de Rusia. Todo indica, sin embargo, que si las fuerzas rusas no controlan rápidamente el Donbass, la llegada de armamento sofisticado podría dificultar aún más la anexión de la región por parte de Putin. Eso es lo que Estados Unidos espera que ocurra.

Las manifestaciones de la clase media en Europa Occidental contra Rusia no han prosperado. Es muy probable que los gobiernos no sientan la necesidad de realizar movilizaciones, lo que podría allanar el camino a las manifestaciones contra Estados Unidos y la OTAN. La guerra y las sanciones económico-financieras ya están golpeando la pequeña y lenta recuperación, tras la caída provocada por la larga duración de la pandemia. La elevada inflación ha causado importantes pérdidas a los explotados. Es muy probable que la clase obrera y el resto de los trabajadores reaccionen antes de lo que se puede prever. Y se enfrentarán a la guerra y a sus catastróficas consecuencias. La combinación de estancamiento y alta inflación alimenta las tendencias latentes de revuelta entre los trabajadores.

El hecho de que no fuera fácil la reelección de Emmanuel Macron en Francia, el pasado 24 de abril, preocupó a las autoridades de la Unión Europea, que temían una victoria de la derecha ultranacionalista, representada por Marine Le Pen. Macron ha desempeñado un papel destacado en la alianza con Estados Unidos. La abstención en la segunda vuelta fue del 28,2%, un 2,8% más que en las elecciones de 2017. Macron, por tanto, fue reelegido por un escaso margen de votos, teniendo en cuenta la suma de las abstenciones y los votos de Le Pen. Macron obtuvo el 58% de los votos, Le Pen, el 42% y las abstenciones, el 28,2%. Su gobierno estuvo marcado por las grandes manifestaciones de los «chalecos amarillos» y por las huelgas de trabajadores, que reaccionaron a las contrarreformas laborales y de la seguridad social. La burguesía de toda Europa seguirá inevitablemente descargando la crisis económica y la desintegración del capitalismo sobre las masas, que tendrán que moverse.

Las catástrofes de la pandemia están vinculadas y reforzadas por las catástrofes de la guerra. Los explotados, desorganizados y atomizados, no han podido reaccionar a la guerra con su propio programa, política y métodos de lucha. Pero los bloqueos políticos e ideológicos que impiden romper la inercia o casi inercia chocan con las necesidades más básicas de la clase obrera y de los demás explotados. Las reivindicaciones elementales tienen todo para converger con las banderas de lucha contra la guerra de dominación que se desarrolla en Ucrania. Este es el camino más probable de la lucha de los oprimidos contra la burguesía y sus gobiernos. La acción directa y la organización independiente son la condición para que la clase obrera se alce por el fin de la guerra, que ya ha durado dos meses y que, por el momento, no tiene perspectivas de terminar.

La crisis de dirección se muestra de lleno ante una guerra que marca un cambio sustantivo en las relaciones mundiales, determinado por las potencias, con Estados Unidos a la cabeza. El Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional ha estado llevando a cabo una campaña sistemática en torno a un conjunto de banderas: fin de la guerra; desmantelamiento de la OTAN y de las bases militares estadounidenses; derogación de las medidas económicas y financieras contra Rusia; autodeterminación, integridad territorial y retirada de las tropas rusas de Ucrania. Este conjunto indisoluble de banderas permite a la vanguardia revolucionaria luchar por la unificación de la clase obrera rusa, ucraniana, polaca, europea y mundial. Cualquier paso que se dé en este camino favorece el trabajo de los marxistas-leninistas-trotskistas, dirigido a superar la crisis de dirección, que se materializa en la lucha por la reconstrucción del Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional.

La conflagración en Ucrania se basa en la fase de descomposición imperialista del capitalismo, que es de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones. Tiene sus raíces en la destrucción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que se alzó como ciudadela mundial de la lucha de clases e instrumento de la transición del capitalismo al socialismo, iniciada con la Revolución Proletaria de octubre de 1917. Por eso Rusia, en la fase avanzada de la restauración del capitalismo, no puede librar una guerra de liberación antiimperialista y anticapitalista, y no puede sino ejercer la opresión nacional sobre las antiguas repúblicas soviéticas. Al mismo tiempo, Rusia, debilitada por la disolución de la URSS, tiene que ceder ante las finanzas y el capital multinacional. La autodefensa, promovida por los medios y métodos opresión nacional, gracias a la conservación del poderío militar, lograda por la URSS en la Segunda Guerra Mundial, no es capaz de impedir el avance del cerco imperialista.

Surgen en estas condiciones de desintegración del capitalismo, de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones, los fundamentos marxistas de la revolución mundial y del programa que se sintetiza en la estrategia de los Estados Unidos Socialistas de Europa, planteada por la Revolución Rusa, la constitución de la URSS y la edificación de la Tercera Internacional de la época de Lenin. Cobra relieve el carácter contrarrevolucionario del revisionismo estalinista del marxismo-leninismo y la destrucción de la organización soviética, y la importancia histórica de la lucha dirigida por Trotsky contra la expropiación de la clase obrera por la burocracia termidoriana y el retroceso histórico impuesto en las condiciones en las que la revolución política concebida por el marxismo-leninismo-trotskismo, no pudo realizarse. El avance de la contrarrevolución stalinista es también la derrota de todas sus concepciones revisionistas, que fracasaron: de que era posible «construir el socialismo en un solo país», de que había un «imperialismo democrático», que era posible «la coexistencia pacífica con ese imperialismo». La historia demostró dramáticamente que sus políticas llevan a la restauración capitalista.

La URSS acabó siendo arrastrada por las fuerzas restauracionistas y sucumbió. A Rusia no le quedaba otro camino que someterse al capitalismo mundial. Sólo la clase obrera puede combatir este camino que destruye las conquistas históricas de la Revolución de Octubre. A partir de la experiencia del propio proceso de restauración, del derrumbe de la URSS, de las guerras de opresión nacional y de la incapacidad de la burocracia contrarrevolucionaria asociada a la oligarquía burguesa rusa de contener el cerco y el avance del imperialismo sobre las antiguas repúblicas soviéticas. Sobre la base de esta experiencia, se retomará el programa y las conquistas de la revolución socialista. Por eso es muy importante que la vanguardia comprenda las leyes históricas que condujeron a la guerra en Ucrania y luche bajo banderas que verdaderamente unan a la clase obrera mundial, y en particular, a las clases obreras rusa, ucraniana y europea.

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