Mientras la gran mayoría se debate en cómo llegar a fin de mes, toda la politiquería está peleando por las candidaturas para las elecciones 2023
Todos los sectores del oficialismo se han lanzado a la campaña electoral, al igual que la oposición. Continúan culpando al gobierno de Macri, la pandemia y la guerra de todas sus desventuras. Fenómenos que existieron pero que no pueden ocultar la incapacidad y cobardía del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner para hacerse cargo de los problemas terribles de la mayoría, que se han agravado.
Actúan como comentaristas de la realidad, haciendo diagnósticos y denuncias, como si no fueran gobierno. Confiesan así su absoluta impotencia para actuar frente al poder económico. Entonces, ¿Para qué quieren seguir gobernando? Para recibir los beneficios de mantener controladas y entretenidas a las masas, mucho mejor que lo que podría hacer un gobierno directo de los empresarios, mientras los grandes capitalistas incrementan sus ganancias de forma extraordinaria.
La campaña electoral es una distracción que se agrega para dificultar las luchas. Todas las direcciones sindicales están detrás de sus candidatos y preocupados para incorporar su gente en las listas. Y al mismo tiempo asegurar la gobernabilidad a Fernández facilitándole el tránsito de este último año.
El discurso de todo el oficialismo es “frenar a la derecha”, impedir que vuelva a gobernar Juntos por el Cambio o como se llame, porque “vendrán por todo” a terminar con todos los derechos y las organizaciones sindicales. Las variantes del oficialismo van desde Fernández a Cristina Kirchner que va insinuando su propia postulación ante el fracaso del gobierno.
Pero el ataque contra las condiciones de vida y de trabajo es hoy, es ahora que hay que enfrentar a los grandes capitales, superconcentrados, monopólicos, que no esperan al próximo gobierno para actuar. Por medio de la inflación descontrolada siguen pulverizando nuestros salarios y jubilaciones.
Hablar de “derecha” o “ultraderecha” puede ocultar la naturaleza de clase de esas políticas que son las que defienden el programa del gran capital, del imperialismo, de los terratenientes. Esos sectores económicos son los que hoy exigen que se aplique el programa del FMI, son los que promueven y financian a la derecha y ultraderecha. Ante esos sectores Fernández es impotente, les deja hacer sin siquiera resistir. No hay ningún sector del peronismo, ningún candidato, ningún planteo, que encarne una política distinta. En 40 años no se han animado a terminar con las políticas neoliberales instaladas desde la dictadura militar y Menem.
“Juntos por el Cambio” también se pelea sin vergüenza por las candidaturas, creyendo que seguramente derrotarán en las urnas al oficialismo y amenazan abiertamente con terminar con los sindicatos, con los derechos laborales, con las libertades, etc. ir más a fondo, más rápido con las políticas de ajuste que ya aplica este gobierno. Las corrientes que integran el FIT-U también miden fuerzas para posicionar a sus candidatos y tratar de aprovechar el desgaste del gobierno para sumar algunos votos y ver si meten algún concejal o diputado.
Se acerca diciembre y el fantasma de la explosión social se asoma con mayor intensidad. Anuncian un bono mínimo, que autoriza el FMI, como un paliativo para intentar frenar la bronca popular, que se les vuelve en contra por todos los requisitos a sortear para poder recibirlo. Y desde un sector del gobierno vuelven a insistir con un ajuste de suma fija para los salarios más bajos, para recuperar mínimamente capacidad de compra, pero es rechazado por la dirección de la CGT y los empresarios. Suma fija, en vez de elevar el miserable salario mínimo vital y móvil, para así evitar que se traslade a otras prestaciones sociales que se calculan sobre la base del SMVM. Así de miserables son los cálculos, para no enojar al FMI. Jamás van a decir que lo mínimo que necesita percibir un trabajador es lo que cuesta la canasta familiar para vivir.
Los trabajadores tenemos que debatir nuestros reclamos, cómo nos organizamos y cómo luchamos para imponerlos, el debate electoral no debe distraer nuestra atención sobre nuestras necesidades que no pueden esperar. La unidad es un requisito fundamental, que no nos divida el voto, ni las preferencias de los dirigentes sindicales. El saqueo y entrega de nuestros recursos sigue avanzando sin pausa sin importarle el calendario electoral. Sólo la clase obrera con sus métodos de lucha enfrenta y puede derrotar a la derecha y a los planes de ajuste del FMI que ejecuta este gobierno.