La desorientación del centrismo ante las elecciones de Brasil
La necesidad de los revolucionarios de intervenir en los procesos electorales está fuera de toda discusión. El creciente interés despertado en las masas y las expectativas colocadas en el voto, como instrumento capaz de cambiar la realidad, obligan seriamente a los marxistas a clarificar el contenido político de las votaciones.
América Latina se ha visto sacudida desde 2019 por trascendentales procesos de rebeliones gigantescas en distintos países como Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú, etc. Fue la pandemia del coronavirus en primera instancia la que sirvió momentáneamente para obstaculizar estos incipientes procesos de lucha. Más tarde, ese lugar lo han venido ocupando las elecciones en cada uno de estos países. El nacionalismo burgués, con visible éxito, se encargó grandemente de encarrilar estos procesos de lucha hacia las vías de la democracia burguesa y sus instituciones. Es decir, logró desviar las luchas instintivas, dificultando su transformación en conciencia política.
En este escenario particular los autoproclamados trotskistas mostraron de cuerpo entero su carácter centrista y capitulador con una claridad inusitada. Las enormes rebeliones populares solo tuvieron como respuesta llamados a “Asambleas Constituyentes” abstractamente, oscureciendo aún más la comprensión en aquéllos países donde la propia clase dominante utilizaba esa herramienta de la democracia burguesa (como en Chile). Han mostrado su abandono a cualquier postulado revolucionario, es decir su renuncia abierta al marxismo.
La ligazón entre rebeliones populares y elecciones hace imprescindible una caracterización de conjunto, en donde pueda verse la dinámica de la lucha de clases en todo América Latina y no como procesos inconexos. Han sido etapas estrechamente vinculadas unas de otras, y en los distintos países. La tragedia de estas organizaciones centristas consistió en que vio sumado a su enfermedad congénita de atarse al carro del nacionalismo burgués, una incoherencia desproporcionada a la hora de intervenir electoralmente en ese panorama.
Contenido político de las elecciones
Los revolucionarios utilizamos los procesos electorales para propagandizar nuestra estrategia revolucionaria. Independientemente de la posibilidad de presentarnos con candidatos, intervenimos activamente para mostrar el contenido político de las elecciones. Durante la borrachera electoralista, en donde la politiquería burguesa realiza sus más inalcanzables promesas a cambio de un voto, el partido revolucionario mantiene inalterable su horizonte revolucionario y politiza a las masas sobre lo que esperamos de las elecciones. Utiliza cada resquicio legal que le ofrece el proceso electoral para mostrar que el único camino posible para conquistar nuestras reivindicaciones es la organización alrededor del programa del proletariado con sus métodos históricos.
En cada fábrica, en cada barrio, en cada lugar de trabajo o estudio llamamos a no confiar en la papeleta electoral, que no puede resolver absolutamente ninguno de nuestros problemas. Alertamos contra los intentos de desviar la lucha de clases hacia el terreno democratizante, buscando apartar a los sectores de vanguardia más conscientes de los métodos históricos de la clase obrera. Esto es una realidad y lo podemos comprobar tanto en Brasil, como en Bolivia, Perú, Chile… e incluso la Argentina.
Los marxistas tenemos una fecunda experiencia de intervención en los procesos electorales que ha quedado relegada en el olvido por la gran mayoría de las organizaciones que se dicen sus continuadores, excepción inevitablemente vinculada al Partido Obrero Revolucionario, que forma parte de esta rica historia. El papel de los bolcheviques rusos en la Duma zarista, el papel del POR en el Bloque Minero Parlamentario en Bolivia, con sus diferencias, constituyen las más notables experiencias del siglo XX hasta nuestros días.
Resulta claro entonces que el Programa del Partido y su intervención electoral son una y la misma cosa: determinada intervención no es más que el reflejo del Programa que se levanta. A la inversa, el Programa revolucionario se expresará en una intervención marxista. Esto permite aproximarnos al siguiente punto fundamental.
Para el centrismo electoralista, las votaciones constituyen un fin en sí mismo. Adornado de algunas consignas aisladas, su objetivo está colocado en la obtención de bancas, en inflar a cualquier precio sus votaciones, a aparecer como los abanderados de las instituciones de la burguesía, los paladines del parlamentarismo. Tenemos también una enorme experiencia en cómo el FIT en la Argentina desde el 2011 ha constituido un verdadero bloqueo a la politización de las masas, a un desvío en el arduo trabajo de elevar la conciencia de los oprimidos.
Esto nos permite concluir que su intervención electoral socialdemócrata expresa su programa anti-marxista. La fraseología marxista o los discursos incendiarios no politizan a las masas, sino que las confunden cuando están vacíos de contenido revolucionario. La clase obrera, como referencia insustituible de las masas oprimidas, precisan la clarificación política, la justeza de análisis, la precisión en la caracterización de las elecciones como una herramienta utilizada por la burguesía para engañar a las masas. Intervenimos en las elecciones SÍ, pero para destruir cualquier expectativa e ilusión en ella.
El antecedente del voto a Haddad
No podríamos entender la situación actual de las elecciones en Brasil si no nos remontamos al golpe institucional a Dilma Rousseff en 2016; la dictadura de Temer con la detención y proscripción a Lula; y el ballotage entre Bolsonaro y Haddad (PT) en 2018. Los satélites brasileros de los partidos centristas de Argentina, o sus organizaciones hermanas mostraron una oscilación vertiginosa que mareó a propios y extraños.
En aquella oportunidad la capitulación al nacionalismo burgués apareció de una forma curiosa: en primera vuelta no existía el peligro del fascismo, que apareció en la segunda vuelta obligando a todo el centrismo a votar por Haddad. El POR de Brasil lanzó en ese momento una tremenda afirmación con asombrosa actualidad “los izquierdistas llaman a votar por Haddad en nombre del antifascismo. Si esta candidatura se erigiera como un canal de combate de la clase obrera y de los demás explotados a las tendencias dictatoriales y Haddad reflejara en una batalla contra la burguesía, estaríamos obligados a llamar a votar por el petista. En la primera vuelta, hubiese sido una obligación de las izquierdas retirar sus candidaturas y declararse a favor de Haddad”, evitando cualquier posibilidad del triunfo de Bolsonaro.
Este voto en segunda vuelta como veremos a renglón seguido tiene una implicancia fundamental. Pero en primera vuelta, la mayoría de los partidos centristas optó o bien por votar al PSOL, que en su devenir se ha integrado totalmente al PT en 2022 (como resultaba más que evidente); o por el PSTU que había desconocido el golpe institucional a Dilma y fue un ferviente impulsor del “Lava Jato” convalidando la proscripción a Lula en 2018.
Para comenzar, solo para comenzar, algún tipo de autocrítica o balance debería haber sido esbozado por los centristas que se ocuparon tan arduamente de elaborar sus análisis electorales en este 2022. Lógicamente que son inexistentes por todos los involucrados.
Las nefastas consecuencias de aquel voto por Haddad, y al PT en general, se pudieron observar durante los 4 años de mandato de Bolsonaro. Aunque el lugar que ocupe la izquierda sea marginal, la intervención electoral no pasa desapercibida, a pesar de no ser debidamente comprendida en su momento. La amarga queja esbozada hacia el PT por no haberse movilizado estos años, por haber bloqueado cualquier tipo de intervención de las masas, por no haber contestado a las movilizaciones fascistoides de Bolsonaro, son una hipocresía por parte de los que le giraron un cheque en blanco con su voto en 2018.
Sus votos “ultracríticos” no dejaron de expresar una confianza ciega en la lucha del nacionalismo burgués contra Bolsonaro. El PT en ningún momento lanzó/planeó luchar consecuentemente contra Bolsonaro, sino que tal y como sucedió en el resto de América Latina, con los procesos de rebeliones a partir de 2019, su confianza estuvo puesta conscientemente en los caminos institucionales: en la lucha en la Justicia por liberar a Lula, y en la lucha electoral por derrotar a Bolsonaro. No puede haber sorpresa ni amargas decepciones si se partía de una correcta caracterización. El centrismo actuó al revés revelando su más alto oportunismo.
La primera vuelta electoral y el ballotage
Los centristas sostenían en mayor o menor medida, guiándose por la ya por demás desprestigiada encuesta pre-electoral, que Lula tenía amplias posibilidades de ganar en primera vuelta. El PTS fue el qué más desconcierto mostró en este sentido. A horas de las elecciones del 2 de octubre publicaron que el 25% de los votos iría para otros candidatos que no sean ni Lula ni Bolsonaro. Es decir, partieron de rechazar la alta polarización que evidenciaron las votaciones con más del 90% de los votos repartidos entre los dos candidatos.
Señalaron, desde la página “IzquierdaDiario”, que el voto a Lula “no es un camino que sirva para recuperar lo perdido… tampoco estaría sirviendo para combatir a la extrema derecha” (28/09/2022), colocando entonces sus intenciones de votos en la confluencia heterogénea del Polo Socialista Revolucionario, formado con la dirección del PSTU. Pero más adelante, en el ballotage, la lucha que decían levantar por un programa independiente, se transformó en un nuevo voto crítico a Lula: tímidamente, intentando ocultar su claudicación publicaron que “estamos lado a lado con todos los que quieren con su voto rechazar a Bolsonaro” (23/10/2022). Finalmente compartieron “la alegría de millones por la derrota de Bolsonaro” (30/10/2022) en un inescrupuloso seguidismo al PT.
El rumbo del NuevoMAS es desde hace algunos años francamente seguidista al nacionalismo burgués, en un nivel superior al resto del centrismo. Se convirtió en una constante poco feliz sus “ultra críticos” votos a cada una de las expresiones que aparecieron a lo largo y ancho de América Latina. Sin embargo, su seguidismo no está exento de incongruencias, por ejemplo el 01/10/2022 publicaron en su portal web “IzquierdaWeb” que reconocían “la legitimidad en base a la expresión popular del voto masivo a Lula en la primera vuelta en defensa de las libertades democráticas” y “la legitimidad del voto ultra crítico por Lula en la primera vuelta para derrotar a Bolsonaro”. Para nuestro asombro esto los llevó a centrar “su táctica electoral en la votación a Vera, del PSTU, candidata por el Polo Socialista Revolucionario”. Incongruencias como éstas son difíciles de explicar, máxime cuando en segunda vuelta retornaron a su voto “ultracrítico” por Lula.
La posición de Izquierda Socialista en primera vuelta consistió en el intento de delimitarse de Lula a través del voto al Polo Socialista Revolucionario ya que “el frente amplio [por el PT] no es una solución”. Para la CST, organización hermana de Brasil, la cuestión “que no sean iguales, porque Bolsonaro es ultrarreaccionario, no significa que debamos apoyar el proyecto patronal del frente amplio” (13/08/2022). Esta afirmación, de ser consecuente, tiene igual validez para primera como para segunda vuelta. Pero no, “en la segunda vuelta, en este ballotage, si llamó a votar críticamente (¡!) por Lula, desde una postura independiente (¿?)” (31/10/2022). Nuevamente empantanados en el voto crítico.
Muy interesante es observar la aparente divergencia entre el Partido Obrero oficial y su Tendencia. Mientras que la Tendencia comenzó ocultando su posicionamiento en primera vuelta, utilizando el viejo recurso de convertirse en mero comentarista de la situación en términos muy generales, en segunda vuelta se decidió por el voto a Lula. El Oficial tuvo al PSTU y su Polo Socialista Revolucionario como destinatario de su confianza en primera vuelta y el voto blanco/nulo en segunda vuelta. Para el observador superficial estas divergencias parecieran ser antagónicas, sin embargo son las dos caras de la misma moneda oportunista.
El Partido Obrero Oficial intenta señalar que se gestó un “Frente Popular” en igual medida que la “ola rosa” del resto de América Latina. Ese “Frente Popular” actuaría como “vehículo de la política capitalista” (02/10/2022) y “viene a estrangular las rebeliones populares en curso” (29/09/2022). Observaciones totalmente correctas pero que guardan celosamente de aclarar, que esa “ola rosa frentepopulista” fue en varias oportunidades destinaria del voto del PO: Chile, Bolivia, Perú, etc. ¿Hay alguna autocrítica de por qué ese “Frente Popular” debe ser votado en Bolivia o incluso en Brasil en 2018 y no en Brasil en 2022 o Argentina? Aunque busquemos y busquemos la respuesta no la hallaremos. Lo que revela un oportunismo rampante.
La Tendencia por su parte tomó la posición del PO del 2018 y reforzó su sometimiento al nacionalismo burgués. Borra de un plumazo cualquier posibilidad de intervenir con un programa revolucionario, al sostener que el voto a Lula “no es un apoyo político” no existiendo “posibilidad de votar a una tercera fuerza” (13/10/2022). El “descubrimiento” que hace el PO, similar a los sañudos estudios del nacionalismo burgués, es que “lo peculiar de un balotaje es que solo ofrece dos opciones” (23/10/2022). Hasta llegó a sostener que el voto en blanco serviría al kirchnerismo para “desacreditar (¿?) al FITU y a la izquierda revolucionaria”. Su política es congraciarse con el nacionalismo burgués y no trabar una dura lucha contra sus seguidores. La Tendencia interviene en el proceso electoral con el prisma y desde la trinchera de la burguesía.
Volvemos a traer la acertada cita de Guillermo Lora sobre el tan mentado “apoyo crítico” que “rápidamente abandona todo trazo crítico, a fin de exaltar el apoyo incondicional a los regímenes nacionalistas” para terminar siendo la total capitulación ante la burguesía.
Una conclusión imprescindible
Tenemos por un lado el llamado a derrotar “en las urnas y en las calles” que redunda en un nada original pretexto para justificar su apoyo al nacionalismo burgués. Y por el otro, un voto en blanco o nulo inconsecuente que, por más vueltas y zancadillas que realicen, es una autocrítica (velada) a sus posiciones previas y un antecedente a sus próximas intervenciones. En ambos casos, la intervención electoral no surge de un Programa revolucionario, sino del oportunismo socialdemócrata. El centrismo amenaza con la lucha de clases pero golpea con la papeleta electoral.
El denominador común de todas las organizaciones es su desorientación política, su total incomprensión sobre la forma de intervenir en situaciones de rebeliones populares y los procesos electorales. Si el daño no ha sido mayor se debe exclusivamente por su carácter marginal. Y esto tiene que ver porque contrariamente a sus especulaciones oportunistas, la renuncia incluso a discursos radicalizados o a fraseología revolucionaria no se ha reflejado en un crecimiento de su militancia o votaciones, sino en un mayor ostracismo, un mayor empantanamiento en la democracia burguesa y en una mayor cantidad de obstáculos creados en las masas y su vanguardia para superar políticamente al nacionalismo burgués.
El centrismo acentúa día a día su tremenda crisis, no quedando en sus materiales más que pequeños residuos indistinguibles de marxismo. No significa esto que debamos descartar que aparezcan en un futuro con posiciones muy incendiarias y fraseología revolucionaria para esconder su oportunismo feroz. No hará más que pintar de cuerpo entero a qué nos referimos cuando los caracterizamos de centristas.
El Partido Obrero Revolucionario encabeza una ardua, paciente y denodada lucha por delimitarse políticamente no solo del nacionalismo burgués, sino de todos los autoproclamados revolucionarios que bastardean las banderas históricas del marxismo. Esa tarea no puede ser evitada en nuestras secciones donde nuestra organización no ha podido pasar de su carácter tremendamente embrionario. El fortalecimiento del Partido y la penetración en el seno de la clase obrera irá de la mano con la superación política del centrismo y la derrota ideológica al nacionalismo burgués.