EE.UU.: medida dictatorial contra los trabajadores ferroviarios
Demócratas y republicanos se unieron contra la clase obrera. El Congreso aprobó la ley pedida por Biden para forzar acuerdo paritario y frenar el paro ferroviario convocado para el 9 de diciembre que involucraba a 120.000 trabajadores. La ley prevé un ajuste salarial de 24% en el quinquenio 2020-2024 por fuera del acuerdo de partes. Como en nuestros países el discurso del gobierno era que estaba protegiendo al resto de los trabajadores que se verían afectados por el desabastecimiento.
Impuso un acuerdo sectorial sin el respaldo de todos los sindicatos del sector. Biden que siempre declara su apoyo a los sindicatos, consideró demasiado peligrosa la situación, pues una huelga en el sector ferroviario habría reducido la actividad económica del país en 2.000 millones de dólares diarios (alrededor del 28% de las mercancías son transportadas por tren).
La huelga también habría impactado en los trenes de pasajeros, ya que la mayoría circula por vías propiedad de empresas de transporte de mercancías.
Biden se defendió de las críticas asegurando que había conseguido “negociar un contrato que nadie más podría haber negociado”. La amenaza de huelga se originó en un complejo y largo proceso de negociación. Participaron 12 sindicatos y sus empleadores, y Biden invirtió todo su peso político para impedir la huelga.
Uno de los temas que potenciaron el reclamo es el de la licencia por enfermedad, ya que algunas empresas no lo contemplan. Los demócratas presentaron un proyecto de ley complementario para establecer siete días de licencia por enfermedad garantizada al año, pero no obtuvo los 60 votos requeridos en el Senado.
Pese a la campaña en los medios, los trabajadores apoyaron una huelga ferroviaria y querían unirse en la lucha por mejorar el nivel de vida y las condiciones de trabajo. La lucha en los ferrocarriles es parte del mayor levantamiento de la clase obrera en generaciones. En nuestras notas anteriores dábamos cuenta del proceso de formación de comités, la realización de asambleas masivas, y votaciones casi unánimes de respaldo a la huelga que se fue postergando por las maniobras de la burocracia sindical sometida al gobierno, que ocultaba qué se estaba negociando.
Ahora la burocracia les dice a los ferroviarios que no tienen más remedio que someterse dócilmente a la intervención del Congreso. Han trabajado deliberadamente para bloquear una gran huelga ferroviaria.
Las grandes corporaciones han aprovechado la escasez relacionada con la pandemia, empeorada por la guerra, para lanzar un aumento de precios desenfrenado. Las ganancias de las empresas en promedio han alcanzado un nivel que no se veía desde la década del ´50, del orden del 15,5% mientras los salarios se han ajustado 4/5% en los últimos dos años. La industria ferroviaria es de las más rentables.
La decisión de imponer la ley antihuelgas sorprendió a muchos, pero es una continuación y profundización de las políticas que Biden aplicó durante dos años. Su promesa de ser el “presidente más prosindical de la historia” es una declaración de apoyo a la burocracia sindical, que durante décadas ha saboteado a los trabajadores y reprimido huelgas.
La alianza del gobierno con la burocracia apunta a reducir salarios y los costos laborales. A principios del 2022 trabajaron para bloquear las huelgas en la industria de las refinerías y los muelles de la Costa Oeste. El resultado: los ajustes salariales han sido aún más bajos para los trabajadores sindicalizados que para los trabajadores no sindicalizados.
La situación a la que se enfrentan los trabajadores ferroviarios no es única. Las condiciones de trabajo se han deteriorado fuertemente en muchos sectores. Hay innumerables fábricas donde las semanas laborales son de 80 horas, e incluso trabajan durante meses sin un solo día libre programado. Se han creado condiciones de trabajo inseguras que han dado lugar a terribles accidentes industriales. Esto ha producido una oleada de huelgas y otras formas de protesta social.
Estas luchas muestran los intereses comunes de demócratas y republicanos y el papel entregador de las direcciones sindicales y por otro lado la importancia de confiar en los propios métodos de organización y lucha.
La clase obrera norteamericana y los oprimidos vienen poniéndose de pie en los últimos años entroncando con los procesos que se recorren en otros continentes. El problema es el mismo: enfrentar las consecuencias de las políticas de las grandes corporaciones que descargan la crisis capitalista sin solución sobre las espaldas de los oprimidos. El problema es el mismo, resolver la construcción de la dirección independiente de la clase obrera, su partido, basado en su propia estrategia de poder, que exprese el contenido de esas rebeliones.