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Cristina Kirchner y su discurso de cierre de año

El discurso de Cristina Kirchner del pasado 27 de diciembre debe ser analizado con la mayor atención. Es una de las primeras apariciones públicas luego del intento de asesinato de septiembre y la condena en primera instancia (es decir, con la posibilidad de ser apelada) a “6 años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos”. De esta forma, es preciso detenerse en sus palabras en el contexto de un indudable recrudecimiento de la persecución política por parte de la justicia burguesa, los medios de comunicación y el gran capital.

¿Significa esto que Cristina Kirchner no represente a un “partido del orden”? ¿Significa esto que ella misma no sea un elemento indispensable para salvaguardar la democracia burguesa, es decir dictadura de la burguesía, en caso de una mayor agudización de la lucha de clases? ¿Significa esto desconocer los interminables actos de corrupción, inherentes a todo Gobierno burgués, incluido el de Cristina Kirchner, o los actos de persecución política contra los luchadores, que su Gobierno llevó y sigue llevando adelante? ¿Significa un lavado de cara a la figura de Cristina Kirchner?

Los revolucionarios no podemos más que contestar de forma negativa a esta serie de interrogantes. Pero señalando que se trata fundamentalmente de entender el contenido de la persecución y situarla en sus justos términos. Esto como única garantía de poder encaminarnos a una de las tareas fundamentales como revolucionarios: destruir las ilusiones en el nacionalismo burgués y los caminos institucionales, colaborando en elevar la conciencia política revolucionaria en la clase obrera en particular y las masas en general.

El discurso en cuestión, dotado de su innegable (y cínica) lucidez para golpear al propio Gobierno, desentendiéndose del hecho de integrarlo, es simbólico por lo que dice, y fundamentalmente por lo que deja de decir.

 

Sus palabras

Comenzó mencionando sus inicios en la actividad pública en Santa Cruz y los 12 años y medio de Gobierno (refiriéndose a 2003-2015) que, según la propia oradora, “transformaron el país y lo desendeudaron”. De allí explica la persecución, y al mismo tiempo sentencia que este intento de disciplinamiento sería “para que nadie se vuelva a animar a tanto”. Es una forma por demás curiosa de entender el enorme despilfarro de los más de 190.000 millones de dólares que el país resignó para pagar religiosamente al imperialismo, reconociendo la fraudulenta deuda externa. La supuesta “transformación” a la que alude no representó siquiera igualar las condiciones laborales en los años setenta que la propia Dictadura vino a destruir. La “transformación” convalidó y siguió los objetivos fijados por esa dictadura, continuando el saqueo y el desmantelamiento de la industria, donde el programa económico de la dictadura quedó íntegro. Las masas pagaron esta “transformación” y “desendeudamiento” con precarización laboral y reprimarización de la economía. Ningún motivo para celebrar.

Cristina Kirchner no pierde oportunidad para hablar en una y otra ocasión sobre la desaparición del “Estado de Derecho”, o del “Estado paralelo”. La solución al alcance de su mano estaría dada simplemente en “que vuelva (¿?) a haber un árbitro serio (¡!) del Poder Judicial en la República Argentina que aplique el derecho”. El Estado al que la vicepresidenta hace mención es el Estado Burgués y su máscara democrática burguesa. No son mafias ajenas ni grupos paraestatales, sino la mismísima dictadura del capital y toda su podredumbre. Dictadura de una clase minoritaria y reaccionaria, que nos otorga únicamente el derecho a ser pobres, a morirnos de hambre. No sabemos a qué se refiere exactamente con la vuelta del “árbitro serio”, y no creemos que esté en condiciones de hacerlo, sin dar un paso en falso.

En su intento de profundizar la argumentación sobre el “Estado paralelo, capturado por las mafias” se detiene en el -por ella denominado- “Partido Judicial” que “está influyendo sobre la calidad de vida de todos los ciudadanos”. Ni duda cabe que la Justicia Burguesa, parte fundamental de la Dictadura del Capital, condiciona negativamente la vida de los oprimidos. Pero de aquí no se puede sacar la absurda conclusión de autoexculparse por los desastres que está realizando su Gobierno para “todos los ciudadanos”. Sobran los ejemplos de cómo la política fondomonetarista de este Gobierno ha empeorado sustancialmente el nivel de vida de las masas.

Y al mismo tiempo, ha entregado enormes privilegios a lo más concentrado del capital: el Dólar Soja para la burguesía agroexportadora; la marcha atrás con Vicentín, refrendando la fenomenal estafa; el meticuloso cumplimiento de las metas leoninas y ajustadoras del FMI, incluido el Presupuesto, que incluye devastadores recortes del gasto social; o la criminal política sanitaria frente al Covid, desentendiéndose de las necesidades prioritarias de la población y dejando a las Obras Sociales y Medicina Prepaga hacer sus jugosos negocios, causando la friolera de 130.000 muertos, que ubica a la Argentina en los peores lugares a nivel mundial. De esto, no hay “Partido Judicial” al que echarle las culpas.

Pero eso no sería todo. Cristina Kirchner hasta tuvo tiempo de demostrar su descomunal ignorancia de la Ciudad donde vive, o quizás esté expresando la miopía de sus ojos con los que juzga la realidad. Concretamente hablando de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sostuvo que “ahí nadie necesita pavimento ni agua corriente, ni gas, ni transporte. ¿Por qué? Porque tienen todo”. Lamentamos tener que recordarle que la Capital Federal tiene un enorme porcentaje de población viviendo en barrios totalmente privados de derechos: la 1-11-14, la 31, la 20, la 21-24, Zavaleta, la Carbonilla, solo por nombrar unas pocas. Casi el 20% de la población total vive en estos barrios. Como suele suceder, la politiquería burguesa solo recuerda la zona sur de CABA cuando va en busca de un voto.

Llegando al final de su alocución, tuvo que detenerse en un punto interesante: “hay una patente de corso y de impunidad para todo aquel que no sea peronista y todo aquel que sea, se le inventan cosas y afuera”. Sorprende nuevamente que intente desconocer la enorme impunidad para muchos dirigentes no solo “peronistas” sino de su propio espacio y tremendamente cercanos. Aníbal Fernández, actual Ministro de Seguridad, por ejemplo uno de los autores intelectuales de los asesinatos de Kosteki y Santillán; o siguiendo con los mismos cargos el inefable Berni, responsable del asesinato y encubrimiento de Facundo Castro, o más recientemente del hincha de Gimnasia asesinado por sus fuerzas, o de la represión en Guernica, entre muchos otros hechos; o quizás Felipe Sola, y la lista sería interminable. Estas figuras han tenido una impunidad pocas veces vista.

Y aquí es que la vinculó, para terminar, al 24 de marzo y su sorprendente e inoportuna propuesta de consigna: “Argentina y democracia sin mafias”. Nosotros, en cambio, seguimos levantando la consigna de Memoria, Verdad y Justicia, como demostró la recuperación del nieto 132 que ni siquiera estaba contabilizado como buscado, y aún se desconoce quién fue el padre. Esto vuelve a mostrar la inaplazable necesidad de abrir los archivos de la dictadura, que ni bajo este Gobierno, ni bajo sus “12 años y medio” de “transformaciones” tuvieron la intención de realizar.

 Sobre olvidos y perspectivas

El discurso estuvo claramente pronunciado en clave electoral, pensando en el año 2023 y las candidaturas. Pero, como sucedió durante la campaña electoral en 2019, Cristina Kirchner se guardó muy bien de mencionar la necesidad de recuperar la soberanía política, económica y social, que entran en franco choque con sus planes inmediatos de hacer pasar las recetas fondomonetaristas. De recuperar la soberanía marítima y fluvial; las decenas de astilleros produciendo grandes buques; los talleres de producción de locomotoras y vagones (de pasajeros y carga); la siderurgia desguazada; etc. Esto no estuvo en el discurso.

No hizo alusión, tampoco, al agotamiento del capitalismo a nivel mundial y su reflejo en la Argentina, donde no permite ningún tipo de desarrollo que no vaya a combatir la raíz del problema. Que ese mismo agotamiento del capitalismo es el que obliga a derechizarse más y más, a tener cada vez menos margen de maniobra, menos posibilidad de dar algún respiro a las masas.

Cristina Kirchner encarna la tragedia histórica del nacionalismo burgués, como fiel representante de una clase en decadencia. Eso significa que sus palabras, que tantas expectativas generan en las masas, no puedan trascender de su carácter discursivo. La tarea histórica de la clase obrera es organizarse para destruir el Estado Burgués, mediante una revolución social que estructure el Estado Obrero, como etapa transitoria hacia el comunismo, sin explotados ni explotadores. Esto pasa inevitablemente por politizar a las masas, ayudándolas a superar el tutelaje burgués y sepultando todas las taras que obstaculizan su independencia política. En Argentina, combatir las ilusiones en el peronismo.

 

(nota de MASAS nº428)

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