Hotel Savoy: el Parlamento de la burguesía

Asistimos a la bancarrota cada vez más evidente del Congreso Nacional. Los acontecimientos de las últimas semanas nos revelan un espectáculo de un valor pedagógico notable que obliga a los revolucionarios a clarificar lo ocurrido en torno a las repodridas instituciones del Estado burgués, cada vez menos útiles para ocultar el contenido de clase de la democracia burguesa, como mascarada de la dictadura del capital.

Con el correr de enero se fue demostrando que las “acaloradas” exposiciones en las 4 comisiones en funciones de la Cámara de Diputados en torno a la llamada “Ley Ómnibus”, con sus debates y peleas, no eran más que una triste pantomima para ocultar la realidad. El Parlamento de la burguesía no funcionó en el recinto donde se desarrollaban estos pasos de comedia –el Congreso Nacional– sino fundamentalmente en las lujosas habitaciones del Hotel Savoy, a escasos 200 metros del lugar de referencia.

La impotencia del nacionalismo burgués se vio nuevamente ratificada con sus inservibles intentos de hacer caer el dictamen con maniobras leguleyas. Primero con la fallida conformación de las comisiones previamente acordadas; luego especulando con la cantidad de firmas necesarias para el dictamen oficialista; por último, con el intento de tirar abajo la sesión por extorsiones a diputados. Todas condenadas a chocarse con la dura realidad: la inviabilidad para derrotar el programa de los capitalistas desde las propias instituciones burguesas.

Pero no era todo. Germán Martínez, jefe de bloque de Unión por la Patria (UxP), repitió hasta el cansancio, jurando y perjurando, que había 102 diputados de su bloque que se opondrían y era necesario ampliar el consenso “democrático” con otras fuerzas para rechazar la política dictatorial de “La Libertad Avanza”. Sus palabras quedaron en el viento y la enumeración de su bloque ya registró las primeras 3 deserciones (de Tucumán). Un anticipo y, al mismo tiempo, una radiografía no solo de la impotencia sino de la imposibilidad del peronismo para defender consecuentemente los reclamos de las masas.

Oscar Agost Carreño, integrante del bloque peronista “Hacemos Coalición Federal” (HCF), de los más “dialoguistas” (eufemismo para expresar “entregadores”), cometió un revelador sincericidio cuando comentó que al ser invitado a un departamento de Recoleta en frente del Bar “La Biela” para discutir cuestiones de la Ley Ómnibus, se encontraba nada menos que Sturzenegger al frente de la reunión. No está de más aclarar que Sturzenegger no detenta ningún cargo que lo merite para participar de este tipo de reuniones. Otra muestra más de la farsa parlamentaria.

Aún quedaban otros capítulos sumamente interesantes. La votación del dictamen de mayoría, entre gallos y medianoches -reuniones en el Hotel Savoy mediante- cosechó 56 votos (la mayoría “en disidencia”), sin que los firmantes efectivamente supieran cuál era el escrito definitivo. Carlos Gutiérrez, también de HCF, fue más lejos y sentenció que “hubo modificaciones después de firmado el dictamen que nadie sabe cómo ni cuándo se hicieron”.

Es decir, se había consumado una nueva estafa en donde los diputados consintieron en firmar un cheque en blanco al oficialismo. Tal es el ridículo que aparecieron 3 “dictámenes oficiales” distintos, con más de 200 páginas de diferencia entre unos y otros. Bochorno de proporciones mayúsculas que no sería el último, ya que al final de esa misma semana, luego del paro y movilización gigantescos del 24, se transmitió el mensaje de Caputo donde anunciaba que el proyecto a presentarse iría sin el capítulo fiscal, buscando menos dificultades en su aprobación.

Repásese nuevamente esta sucesión indescriptible de hechos para tomar debida dimensión de lo hasta aquí anotado. Todo lo “discutido”, “modificado”, “aclarado”, todos los puntos intensamente defendidos y “negociados” en los recintos, durante los días en los que funcionaron las comisiones y tantas voces pasaron a exponer, fueron borrados de un plumazo por el anuncio de Caputo. Mientras los diputados actuaban sus tristes papeles de reparto en la farsa parlamentaria, las habitaciones del Hotel Savoy, como verdadero Parlamento burgués, decidían la forma definitiva del Proyecto a presentarse en el Congreso Nacional.

Pero la farsa democratizante no pudo pasar por alto la gigantesca movilización del 24 de enero, con sus múltiples asambleas en lugares de trabajo y las que empiezan a gestarse y coordinarse desde los barrios. Las masas han entrado en movimiento, a pesar de sus direcciones traidoras (que se preparan para entregarlas al mejor postor) y comienzan a retomar instintivamente las mejores experiencias de su pasado reciente.

Es la ligazón con sus tradiciones de lucha la única garantía de triunfo, en tanto y en cuanto fortalezca la unidad más amplia de acción. La embrionaria desconfianza en los caminos institucionales, sus diputados y jueces, sumado a la única confianza en la acción directa de masas solo puede trocarse en conciencia política si se encuentra orientada por el programa revolucionario de la clase obrera, de revolución y dictadura proletarias. Solitariamente el Partido Obrero Revolucionario expresa esa estrategia programática.

(Nota de MASAS n°450)

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