Agrupación Púrpura - Educaciónmasas-483

Los sindicatos en la época del imperialismo, de León Trotsky

Síntesis para la formación sindical de la Agrupación Púrpura

En la época del imperialismo existe una característica común de las modernas organizaciones sindicales en todo el mundo; su relación estrecha y su crecimiento junto al poder estatal. El capitalismo monopolista se basa en el control centralizado. Los sindicatos en las ramas más importantes de la industria se ven obligados a enfrentarse a un adversario capitalista centralizado e íntimamente ligado con el poder del Estado. De aquí surge la necesidad de los sindicatos a adaptarse al Estado capitalista y a competir por su cooperación.

Las burocracias obreras luchan por una migaja en la repartición de los superbeneficios del capitalismo imperialista, hacen lo imposible para demostrar al Estado “democrático” cuán indispensables y dignos de confianza son en tiempos de paz y especialmente en tiempos de guerra.

Los países coloniales y semicoloniales no están bajo la influencia del capitalismo nativo, sino del capitalismo extranjero. En la medida en que el capitalismo imperialista crea una capa de aristocracia y burocracia obreras, estas últimas requieren el apoyo de los gobiernos coloniales y semicoloniales en calidad de árbitros. Esto constituye la base social más importante del carácter bonapartista y semibonapartista de los gobiernos de las colonias y en general de los países atrasados. Esto asimismo constituye la base para la dependencia de los sindicatos reformistas al Estado.

Consignas para liberar a los sindicatos

En la época imperialista los sindicatos no dejan casi ningún lugar a la clase obrera para la democracia obrera, que constituía el contenido de la vida interna de las organizaciones obreras. Sin embargo, no podemos elegir el terreno y las condiciones para nuestra actividad de acuerdo con nuestras simpatías o antipatías. Es infinitamente más difícil luchar en un Estado totalitario o semitotalitario que en una democracia, para influir sobre las masas trabajadoras. Aún menos podemos renunciar al trabajo sistemático dentro de los sindicatos de tipo totalitario o semitotalitario simplemente porque dependen directa o indirectamente de un Estado obrero o porque la burocracia quite a los revolucionarios la posibilidad de trabajar de forma libre dentro de los sindicatos. En los países fascistas y semifascistas es imposible realizar un trabajo revolucionario que no sea clandestino. Es preciso adaptarse a las condiciones concretas existentes en los sindicatos de cada país, no solamente contra la burguesía, sino también contra el régimen totalitario dentro de los mismos sindicatos y contra los dirigentes que refuerzan este régimen. La primera consigna para esta lucha es: independencia completa e incondicional de los sindicatos frente al Estado capitalista.

La segunda consigna es: democracia sindical. Esta segunda consigna surge directamente de la primera y presupone para su realización la completa libertad de los sindicatos del Estado colonial o imperialista.

Los sindicatos en la época actual no pueden ser simplemente los órganos de la democracia, no pueden seguir siendo por más tiempo políticamente neutrales. No se pueden limitar a servir las necesidades cotidianas de la clase obrera, no pueden seguir siendo reformistas. El papel de los sindicatos es servir como instrumento secundario del capitalismo imperialista para la subordinación y el disciplinamiento de los obreros y para obstruir la revolución, o, por el contrario, puede convertirse en el instrumento del movimiento revolucionario del proletariado.

El trabajo dentro de los sindicatos no sólo no ha perdido ninguna importancia, sigue siendo el trabajo más importante para cada revolucionario del partido.

En los países atrasados el papel principal en cuanto al desarrollo de la industria lo desempeña el capitalismo extranjero, y no el capitalismo nacional. Así proletariza a la población nativa, el proletariado del país comienza bien pronto a desempeñar el papel más importante en la vida del país. Los gobiernos de los países atrasados, es decir, coloniales y semicoloniales, asumen en todas partes un carácter bonapartista o semibonapartista. La diferencia es que unos tratan de orientarse en una dirección democrática, buscando el apoyo de los trabajadores y de los campesinos, mientras que otros instauran una forma de gobierno cercana a la dictadura militar-policíaca. Esto determina asimismo el destino de los sindicatos. Permanecen bajo la custodia especial del Estado o son sometidos a una cruel persecución.

El capitalismo monopolista y los sindicatos

El capitalismo monopolista exige de la burocracia reformista y de la aristocracia obrera que se transformen en su policía política ante los ojos de la clase obrera. Si no se logra la burocracia obrera es desalojada y reemplazada por los fascistas. La intensificación de las contradicciones entre las clases en cada país, el agudizamiento del antagonismo entre un país y otro, producen una situación en la que el imperialismo capitalista puede tolerar (hasta cierto punto) una burocracia reformista, siempre que ésta funcione como un accionista de sus planes y programas.

“¿Significa esto que en la época del imperialismo es completamente imposible la existencia de sindicatos independientes? Lo que es imposible es la existencia de sindicatos independientes o semiindependientes de carácter reformista. La existencia de sindicatos revolucionarios, que no sean accionistas de la política imperialista, sino que se planteen como tarea esencial el derrumbamiento de la dominación capitalista, es enteramente posible. Los sindicatos pueden ser independientes en realidad sólo en la medida en que sean conscientes de su papel de órganos de la revolución proletaria. Su programa de reivindicaciones transitorias es El Programa de Transición.

Cada movimiento de oposición en el ámbito sindical, especialmente entre las cumbres dirigentes, amenaza con provocar una agitación violenta entre las masas y crear dificultades al imperialismo nacional. De aquí surge el viraje de los sindicatos hacia la derecha, y la supresión de la democracia obrera dentro de ellos. El rasgo fundamental, el viraje hacia el régimen totalitario, se manifiesta también en el movimiento sindical del mundo entero”.

Toda la tarea de la burguesía consiste en liquidar los sindicatos como órganos de la lucha de clases y sustituirlos por una burocracia sindical que funcione como el órgano de dirección sobre los obreros y a través de la cual ejerce su hegemonía el Estado burgués.

En estas condiciones, la tarea de la vanguardia revolucionaria es dar una lucha por la completa independencia de los sindicatos y por la introducción de un verdadero control obrero sobre la actual burocracia sindical. Ya no pueden existir libremente diferentes tendencias, en la actualidad como en la época de auge sindical. Del mismo modo que es imposible restablecer el Estado democrático burgués, es imposible asimismo restaurar la vieja democracia obrera.

La independencia de los sindicatos en el sentido de clase, en sus relaciones con respecto al Estado burgués puede ser asegurada en las condiciones actuales, solamente por una dirección completamente revolucionaria, es decir por la dirección de la IV Internacional. Esta dirección, claro está, tiene que ser racional y asegurar a los sindicatos el máximo de democracia concebible en las condiciones concretas presentes. Pero sin la dirección política de la IV Internacional la independencia de los sindicatos es imposible.

(Articulo de MASAS n°483)