Un mes de guerra: Los Estados Unidos y los aliados europeos son los más grandes responsables de la barbarie

¡Es necesario que la clase obrera y demás explotados se levanten por el fin de la OTAN y de las bases militares de los Estados Unidos!

Es parte de esa lucha antiimperialista la defensa de la autodeterminación de Ucrania

Desde las primeras señales de la posibilidad de que Rusia invadiera Ucrania, el Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional (CERCI) y sus secciones denunció que Estados Unidos estaba promoviendo la guerra. Al ordenar a Zelenski que no acepte un acuerdo de neutralidad, el imperialismo estadounidense decidió hacer del pueblo ucraniano carne de cañón. Ese es el punto de partida de la guerra, que ha sido ocultado por la prensa controlada desde la Casa Blanca.

Completado un mes de incursión militar rusa, Ucrania se encuentra en ruinas, miles murieron y millones se refugiaron. El gobierno de Zelenski y el imperialismo propagandizan que Rusia puede ser derrotada por la resistencia heroica de la población. Lo que justificaría el envío de armas y mercenarios contratados en varios países.

La última pieza de la campaña de EE.UU. es que las tropas rusas podrían usar armas químicas y nucleares. Sabemos perfectamente que en una guerra todo puede suceder, dependiendo de las fuerzas en combate y en el momento en que encuentre el desarrollo de la confrontación. Pero nada indica que el gobierno de Putin llegó al punto de desesperación como para recurrir a las armas químicas y nucleares. Es bueno recordar que Estados Unidos inventó el motivo de las armas químicas para invadir Irak en 2003, pasando por encima del Consejo de Seguridad de la ONU, arrasando el país, derribando al gobierno, montando un juicio de crimen de guerra y decretando la pena de muerte de Saddam Hussein.

El imperialismo estadounidense, desde hace mucho tiempo, se ha convertido en un peligro para la humanidad. La señal más evidente y definitiva se dio en el momento en que el gobierno de Harry Truman usó a Japón en el final de la Segunda Guerra Mundial para probar las bombas atómicas. Los Estados Unidos no solo se han armado con la capacidad de eliminar a países enteros, sino que se han convertido en el vendedor de armas más voraz. La industria de la guerra de EE.UU. está entrelazada en gran medida a la economía interna y externa, así como al Estado.

Las guerras, que fueron muchas después de la segunda conflagración mundial, son del interés umbilical de los monopolios de la industria bélica y de los monopolios relacionados, como los de la energía, etc. La OTAN se constituyó en uno de sus principales brazos militares en Europa, junto a países de otros continentes, que les sirven de base militar. Los Estados Unidos promovieron una gigantesca militarización del mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Esa era y es la condición para que la mayor potencia pueda garantizar el reparto del mundo, establecido en Yalta bajo su égida. Lo que implicaba volcar todas las fuerzas de la burguesía mundial contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). El hecho de que la URSS, en el reparto del mundo, contó con el Este de Alemania y con Europa oriental, se convirtió en un obstáculo importante para la dominación imperialista.

La creciente necesidad de mercado se convirtió en una fuerza propulsora del militarismo imperialista, principalmente con el agotamiento del período de reconstrucción de posguerra. No era posible la coexistencia pacífica entre los Estados Unidos y sus aliados con la URSS, que incluía las repúblicas populares de Europa Oriental. Lo mismo ocurrió con Yugoslavia, en los Balcanes y China revolucionaria en el Oriente.

Las fronteras nacionales que protegían la propiedad social y el proceso de transición del capitalismo al socialismo, tendrían que ser derrocadas y restauradas las relaciones capitalistas de producción. Lo que se haría, o por medio de la guerra, o por la acción de la burocracia gobernante, o por los levantamientos populares internos, que podrían derivar en guerra civil. Caminos que podrían ser combinados.

Europa oriental cayó como castillo de naipes, después que fracasaron las intervenciones militares del Kremlin en Polonia, Hungría y Checoslovaquia. Yugoslavia fue destrozada por una guerra civil y por los bombardeos de la OTAN en Serbia. La URSS se derrumbó, se sumergió en una profunda crisis económica y política, dando lugar a la guerra civil más larga y sangrienta en la república separatista de Chechenia.

Los Estados Unidos y las potencias europeas pudieron pasar así por encima las fronteras de Europa del Este, demarcadas en la Segunda Guerra, para restaurar el régimen de propiedad privada de los medios de producción, para imponer gobiernos serviles e instalar la OTAN. Yugoslavia tuvo un final más trágico, ya que se despedazó en varias repúblicas burguesas, perdió la unidad económica y elevó a las alturas el odio nacional. La Alemania capitalista se reconstituyó, se convirtió en la principal potencia europea, y está lista para rearmarse.

La disolución de la URSS dio lugar a nuevas fronteras nacionales, con la diáspora de las antiguas repúblicas soviéticas. La fragmentación de la URSS resultó en una gran regresión económica. Rusia y las repúblicas que han compuesto la nueva federación se han debilitado, sin poder convivir en armonía económica, y presionadas por las crisis internas. Apareció en la superficie el problema de la opresión nacional, típica del capitalismo imperialista. Las relaciones de opresión, que estaban más o menos ocultas bajo la URSS burocratizada y restauracionista, quedaron completamente expuestas.

Es en ese marco que explotan dos grandes conflictos: el de Georgia y de Ucrania. Ambas exrepúblicas soviéticas se colocaron en la misma trayectoria que las antiguas repúblicas del Báltico, de someterse a la Unión Europea y a la OTAN. Si alcanzan ese punto, el asedio económico y militar del imperialismo a Rusia prácticamente se cerraría.

La oligarquía burguesa y el gobierno de Putin no tenían cómo convencer a las oligarquías burguesas y los gobiernos de Ucrania y Georgia de renunciar a ese objetivo. Bajo el impacto del colapso de la URSS, irrumpieron los movimientos separatistas de Osetia del Sur y Abjasia, entre 1991 y 1993, así se desencadenó la guerra en 2008, entre Georgia y Rusia. En cinco días, Georgia fue vencida, y Francia mediaba el acuerdo de paz.

La eclosión de la crisis en Ucrania en 2014, como se ve, no fue un caso aislado. El derrocamiento del gobierno pro-Rusia y la instalación de un títere de la Unión Europea y los Estados Unidos, proyectaron los conflictos fronterizos en toda la región, lo que indica la influencia del imperialismo. Las fuerzas económicas de las potencias pasaron de la recuperación de las fronteras nacionales del Este Europeo a la incorporación de las antiguas repúblicas soviéticas. Por lo tanto, fue la expansión del capital internacional por sobre las fronteras de la ex-URSS.

Es completamente falsa la acusación de Biden y sus secuaces europeos de que la invasión militar de Rusia en Ucrania expresa objetivos expansionistas. Lo correcto es que Rusia, debilitada económicamente, debe mantener a las antiguas repúblicas soviéticas bajo su tutela, sin la cual perderá la independencia ganada por la Revolución de Octubre de 1917 y caerá de rodillas ante los Estados Unidos. Pero para mantener dicho poder, tiene que ejercer la opresión nacional. Ucrania es estratégica para Rusia, tanto para contener el avance de los adversarios en la guerra económica, como para mantener la capacidad de influencia en el ordenamiento internacional, regido por el imperialismo estadounidense.

Los acontecimientos demuestran que existe una interdependencia entre la autodefensa de Rusia ante el asedio de las potencias y la opresión nacional ejercida sobre las exrepúblicas soviéticas. La guerra en Ucrania sintetiza esta contradicción. Y no hay manera de explicarlo en todas sus dimensiones, sin recurrir a las consecuencias económicas y sociales y al significado histórico del proceso restauracionista, impulsado por las fuerzas contrarrevolucionarias, desde que Stalin y su camarilla tomaron la dirección del partido bolchevique, tomaron el comando del Estado Obrero y la dirección de la III Internacional. Se ha generado una crisis de dirección revolucionaria mundial sin precedentes, cuyo brutal reflejo se manifiesta en la guerra de Ucrania.

El predominio del nacionalismo burgués y pequeñoburgués entre las masas oprimidas en las ex repúblicas soviéticas y exrepúblicas populares del Este de Europa explica por qué se quedan en la oscuridad y no reaccionan contra la alianza imperialista encabezada por EEUU. Y no son capaces de reconstruir su unidad revolucionaria internacionalista contra la opresión nacional ejercida por la Rusia restauracionista, por la oligarquía que se apoderó de la propiedad nacionalizada y por el gobierno anti-obrero de Putin.

La Guerra cumplió un mes sin perspectivas de un acuerdo de paz. Las más importantes ciudades de Ucrania continúan siendo bombardeadas y se extienden sus ruinas. No se sabe con precisión cuánto alcanzó la resistencia ucraniana a golpear las tropas rusas, pero sí se sabe que el suministro de armas por parte de la OTAN a Zelenski, el apoyo de la población al gobierno y la regimentación de batallones de mercenarios han dificultado la rendición de Ucrania.

Los Estados Unidos se encuentran en una posición relativamente cómoda. Asiste al pueblo ucraniano que sirve se carne de cañón, la ola migratoria favorece la hipocresía del humanitarismo, Rusia se enfrenta con sanciones económicas y crece la campaña en la clase media a favor de la condena de Putin. El imperialismo está interesado en que Rusia debilite a Ucrania y luego se la entregue al capital financiero para reconstruirla. Esa es una variante posible, tomada desde un punto de vista estratégico. Les interesa potenciar el odio nacional hacia los rusos, ya discriminados por la oligarquía ucraniana y por la política chauvinista de Zelenski

Al completar un mes de guerra, Biden se reunió con el Consejo de Europa, el Grupo de los 7 (G7) y la OTAN. Hay aprensión de las potencias europeas por el mayor perjuicio económico si se prolonga la guerra y aumentan las sanciones exigidas por Estados Unidos. La elevación a más de 3,5 millones de refugiados comienza a pesar en las cuentas y en las condiciones sociales en Polonia. Y la solicitud desesperada de Zelenski para que Biden ordene a la OTAN imponer una zona de exclusión aérea y enviar aviones de combate a las Fuerzas Armadas de Ucrania, necesitaba una respuesta, aunque fuera solo una maniobra.

Las potencias europeas fijaron una posición para evitar una confrontación directa con Rusia, que podría convertirse en una guerra de mayores proporciones. Biden anunció una ayuda de mil millones de dólares al gobierno de Polonia. Sin embargo, lo más importante fue el compromiso de aumentar la “asistencia militar” a Zelenski, fortalecer la OTAN y enviar más soldados a Hungría, Eslovaquia y Rumania. Todo indica que las sanciones económicas llegaron al límite soportable en Europa occidental; y la interferencia directa de la OTAN en la guerra continúa dividiendo las fuerzas del imperialismo.

En estas condiciones, no se sabe cuánto tiempo más resistirá Ucrania. Para la clase obrera ucraniana y rusa y los demás explotados, cuanto más duran los bombardeos, más sufrimiento innecesario, ya que no se trata de una guerra de liberación. El pueblo ucraniano está siendo sacrificado por una causa que le pertenece sólo a la oligarquía burguesa y al imperialismo. La clase obrera rusa asiste a la destrucción de ciudades enteras en Ucrania, pero paga caro los gastos de guerra y las sanciones económicas. Los explotados en Europa y en los demás continentes cargan el aumento de precios, el alto costo de la vida, la caída económica, el cierre de fábricas y el crecimiento del desempleo.

La burguesía fue incapaz de defender a las masas de la pandemia, que dejó 6,5 millones muertos, y millones que fueron empujados a la pobreza, la miseria y el hambre. Ahora, con la guerra de Ucrania, Estados Unidos y sus serviles aliados imponen al mundo medidas económicas y financieras que caen en todas partes, pero principalmente en los países semicoloniales. Estas son razones de más para que el proletariado mundial se levante contra esta insana guerra de dominación. Los explotados de Rusia no se unen a los de Ucrania, los de Ucrania a toda Europa y de Europa a los de todo el mundo, debido a la crisis de la dirección revolucionaria. Pero su vanguardia, aunque embrionaria, tiene en sus manos la orientación internacionalista del marxismo-leninismo-trotskismo.

Siguen vigentes las banderas enarboladas por el Comité de Enlace para la Reconstrucción de la Cuarta Internacional: Desmantelamiento de la OTAN y de las bases militares de EE.UU.; Fin de las sanciones económicas; Retiro de las tropas rusas, integridad territorial y Autodeterminación de Ucrania. En conjunto, estas banderas y tareas revolucionarias corresponden al programa de los Estados Unidos Socialistas de Europa y del Mundo. Ese es el camino para unir al proletariado y preparar las condiciones para las inevitables guerras de emancipación que vendrán.

El capitalismo desde hace mucho tiempo solo tiene para ofrecer privaciones a la mayoría oprimida y guerras. La destrucción de la URSS interrumpió el proceso de transición del capitalismo al socialismo, pero no eliminó sus bases objetivas y la necesidad de ser reconstituido por las revoluciones proletarias.

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *