La Revolución Boliviana de 1952 y los renegados del Partido Obrero

No es una novedad en las filas del revisionismo marxista abjurar de las posiciones levantadas tiempo antes. Sucede a menudo que lo que se escribe un día es rápidamente olvidado para decirse exactamente lo opuesto cuando las necesidades políticas así lo precisan. El bajo nivel político y la desatenta observancia de la militancia coadyuva a que este proceso pueda llevarse a cabo ininterrumpidamente sin levantar las menores voces críticas que pondrían un límite a su abuso.

Este método, ajeno a la estructuración de una organización revolucionaria, ha tenido enormes portavoces a lo largo de la historia, siendo el stalinismo quien lo ha llevado a su más alto grado de “rendimiento”. Sin embargo, el centrismo democratizante ha logrado asemejarse y hasta igualar esta producción literaria que no hace más que pintar de cuerpo entero el carácter renegado de sus propiciadores. Hablaremos en este artículo de Política Obrera polemizando con sus (no) continuadores del Partido Obrero. Nos referimos no a los usurpadores del Política Obrera actual, sino al que existió hasta 1983, año en el que tanto los oficialistas y la tendencia que se arroga el nombre, lo liquidaron en el actual PO.

 

Rieznik polemiza con Rieznik

En la década del 80 el Partido Obrero, renunciando a toda su herencia política, le encomendó a Pablo Rieznik la engorrosa tarea de romper políticamente con el POR Boliviano. Intentando no explayarnos más de lo necesario, podemos señalar que el giro democratizante de esta organización ocurrido durante esos años condujo a la victoria del liquidacionismo en sus propias filas, destruyendo la organización revolucionaria. Este giro, rauda y sistemáticamente señalado por el POR de Bolivia, influyó decisivamente en el quiebre político de sus relaciones internacionales.

En un artículo titulado “El Gobierno Obrero y la Revolución Boliviana de 1952” Rieznik toma todas las bagatelas del arsenal teórico del morenismo para arremeter contra el trotskismo boliviano. Tomando prestado los argumentos del viejo Nahuel Moreno (aunque evitando hacer referencia de ello) abona el terreno a la confusión política. Sin embargo no contestaremos nosotros los pobres argumentos de Rieznik de septiembre del 88 sino a través de ¡los propios argumentos de Rieznik de la década del 70! Sucede que Pablo Rieznik era el editor responsable del periódico de Política Obrera en 1974 cuando esta organización sacó no una sino siete notas consecutivas reivindicando la labor del Partido Obrero Revolucionario de Bolivia.

Rieznik simboliza el giro de 180° dados por su organización. El artículo elaborado en 1988 se dio en medio de un furibundo proceso de expulsiones y sanciones contra los críticos de la línea liquidacionista materializada en el PO. Rieznik intenta generar los anticuerpos contra el trotskismo boliviano al mejor estilo Nahuel Moreno: deformando y falsificando la historia, con la novedad de revisar sus propios escritos a los cuales no hace referencia alguna.

Señala el adulterador de la historia que “los trotskistas ocupaban un lugar preponderante entre la vanguardia obrera”, dejando la idea que el POR llega como dirigente a las jornadas del 52. Por el contrario, el Rieznik editor responsable le contrapone la realidad: “la revolución sorprendió al trotskismo boliviano en una situación de debilidad numérica y organizativa, presentando todavía rasgos propios de su fase de grupo de propaganda” (Política Obrera n°214, 01/11/1974). Este recurso lo ha utilizado en más de una oportunidad el morenismo, por ejemplo en el engendro “Un documento escandaloso” (Nahuel Moreno 1973), retomado luego por Ernesto González en su “El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina”. Tendremos ocasión en una próxima nota de responder estas incongruencias.

El devenido morenista Pablo Rieznik le recrimina al POR no haber lanzado la consigna de “todo el poder a la COB” que hubiese resuelto en favor del proletariado, como por arte de magia, el problema de la dualidad de poderes. Esta crítica, omite señalar nuestro impostor, ya había sido planteada por el propio Guillermo Lora poco después de la Revolución del 52 y sintetizada posteriormente en su libro “La Revolución Boliviana” en 1963, aunque de una forma cualitativamente superior a la farsa presentada por Rieznik. Lora puntualizó que una consigna de este tipo solo puede levantarse circunstancialmente, rescatando las mejores tradiciones del leninismo (no olvidar que Lenin la reemplazó por los Comités de fábrica cuando los soviets cayeron en manos de la reacción) y no como un principio abstracto, ajeno a cualquier análisis de la realidad.

El Rieznik revolucionario de los años 70 pone las cosas en sus justos términos. Tomando los planteos de Lora respecto a la consigna señala que la dirección del POR “dominada por las fracciones que no tardarían en capitular ante el MNR, apoyó al cogobierno, con el pretexto de que así se fortalecía el ala izquierda del partido gobernante” (Política Obrera n°213, 23/10/1974). Ese viejo Rieznik sabía que el POR se encontraba batallando contra la dirección pablista de la IV Internacional que anidaban también en sus propias filas, y de modo alguno los confundía como si tuviesen homogeneidad política. Esto solo lo podrían hacer los falsificadores… es decir el Pablo Rieznik de 1988.

Pero el Pablo Rieznik de 1974 sostenía sobre Lora que había sido “quien tomó a su cargo la defensa de las posiciones trotskistas frente al intento de liquidación encarnados por los representantes de quienes estaban llevando a la quiebra la IV Internacional” (Política Obrera n°214). Para que no quede ningún tipo de dudas (las citas que podemos tomar son innumerables), el editor responsable autoriza que en las páginas del periódico Política Obrera pueda ser colocado como corolario de las – repetimos – ¡7 notas! que: “la historia del POR – al cumplirse los 20 años de ‘Masas’ – es la historia de todos los esfuerzos del movimiento obrero y su vanguardia por construir su partido de clase, única garantía para sacar a Bolivia de la miseria económica y la postración social” (Política Obrera n°217, 02/12/1974). Esta es la herencia que reivindicamos del liquidado Política Obrera.

 

Continuidad de las deformaciones

Este artículo fue republicado en otras muchas instancias, por ejemplo en el número 2 del “En Defensa del Marxismo” de 1991 con el definitivo nombre de “El POR en la Revolución Boliviana de 1952”. El propio Rieznik en el 2011 (“Bolivia tiene su Verbitsky”) sostiene que el “POR renunció a un planteo de gobierno obrero para apoyar al gobierno del nacionalista MNR” y toma como fuente su propio artículo, en una clara muestra de fanfarronería política. Pero para los desprevenidos, en sus casi 2.500 palabras del artículo del 88, solo indica que es la IV Internacional la que postula en 1951 el apoyo al MNR, línea combatida por Guillermo Lora. Como Nahuel Moreno, al Partido Obrero le han rendido sus buenos frutos confundir al POR con la IV Internacional sin ningún tipo de aclaración.

Seguramente Guillermo Kane, atareado con la acción leguleya en los parlamentos burgueses, a los cuales se ha adaptado magistralmente para realizar una tarea de contenido totalmente democratizante, no ha tenido oportunidad de agarrar la abundante bibliografía que ha dejado Guillermo Lora para estudiar esa gigantesca herencia política, y tuvo que recurrir a Rieznik para salir del paso. Así llegó a escribir en torno a la Tesis de Pulacayo que “las tendencias de seguidismo y disolución del POR en el ala izquierda del MNR frustraron la posibilidad de que se lleve hasta el final la experiencia”.

Tomaremos para contestar ahora al propio Osvaldo Coggiola, quien tantas veces se colocó en el papel de deformador en los años subsiguientes. Coggiola se ve obligado a referirse a esto en más de una oportunidad corrigiendo a Rieznik y al advenedizo Kane, “el POR se reorganizó en base a una aguda lucha política interna contra los partidarios de la mayoría de la IV Internacional” (artículo publicado por el fallecimiento de Guillermo Lora el 21/05/2009). Kane y Rieznik pretenden imputarle al POR de Guillermo Lora, lo que el propio Lora combatió con todas sus fuerzas.

Los últimos artículos publicados en torno a la Revolución de 1952 – y que seguramente volverán a reflotar en los próximo días – no hacen más que repetir todos los errores ya esbozados. Los jóvenes historiadores del Partido Obrero no dispuestos a estudiar científicamente el proceso boliviano toman prestadas sus herramientas de otros estafadores. Por un lado el viejo libro de Liborio Justo, y por el otro la porquería revisionista de Sándor John “El trotskismo boliviano”.

Estos nuevos artículos constituyen tal pobreza teórica y metodológica que la abordaremos en sus más crasos errores. En “La revolución boliviana irrumpe en América Latina y en la IV Internacional” la articulista rescata la entrevista realizada por La Vérité francesa a Guillermo Lora el 17 de abril de 1952 cuando este último se encontraba en el exilio. Utilizando tendenciosamente una respuesta de la extensa entrevista recorta la tan repetida frase “sí, y apoya a la fracción de izquierda del nuevo gabinete”.

Coloca a renglón seguido que esta posición divergía con la de Lenin en 1917: “en sus ‘Cartas desde lejos’, enviadas desde su exilio suizo, llamaba a no confiar en el gobierno provisional y preparar las condiciones de una nueva revolución que desplazará al gobierno provisional y llevará a los obreros al poder, la orientación del POR fue la contraria”. Agrega que el POR no “agitó en favor de medidas prácticas que permitieran a las masas completar su experiencia con el gobierno como la ocupación de las minas”.

Resulta curioso que en épocas de tan fácil acceso a todo tipo de material, la perezosa historiadora no haya tenido la iniciativa de haber consultado de primera mano la extensa entrevista. Allí fácilmente descubriría que eso fue justamente lo que Guillermo Lora señala en su entrevista.

“No creemos en absoluto que el MNR pueda llevar a cabo las tareas de la revolución democrático burguesa (destrucción de la gran propiedad agraria y la liberación nacional) y nuestro programa establece que esas tareas serán llevadas a cabo por el proletariado revolucionario en la presente etapa”. A renglón seguido señala “Debe decirse que solo seremos capaces de defender cada medida progresiva a través de la movilización de las masas. Es necesario luchar por la nacionalización de las minas, de las industrias centrales y de la tierra. Esta lucha está íntimamente conectada al desarrollo del levantamiento de masas, con la incorporación de nuevos sectores de la clase obrera en la lucha, de tal forma que adquiera alcance nacional, y finalmente con la constitución del Gobierno Obrero-Campesino” (La Vérité 294).

Allí se encuentra claramente la delimitación con el MNR, las consignas que impulsan la lucha hacia adelante y la estrategia política como norte revolucionario. Solo un farsante puede quedarse con la idea del apoyo al Gobierno del MNR. Lamentablemente aparecerán en los próximos días el coro de replicadores para hacerse eco de estas miserias políticas.

 

Tomar el camino revolucionario

Las enormes lecciones de la Revolución Boliviana de 1952 y su continuidad histórica con la Asamblea Popular del 71 terminaron siendo la historia de cómo el POR fue trabajando sistemática y perseverantemente por ganarse a las masas con el programa revolucionario. Este lento y dificultoso camino marchó paralelamente con el combate a las ilusiones en el nacionalismo-burgués, acompañando la experiencia de los oprimidos, extrayendo sus conclusiones más generales.

Método diametralmente opuesto a los que utilizaron todos y cada uno de los que se autoproclamaban (y se autoproclaman) continuadores del trotskismo. En aquellos años los “trotskistas” argentinos se disciplinaban al General Perón o le enviaban cartas a Guillermo Lora para que abandone su “sectaria” crítica al MNR y se incorpore al Gobierno de Paz Estenssoro (Jorge Abelardo Ramos). Ni que hablar todas las tiendas políticas de la IV Internacional luchando por destruir al POR, por dividirlo con ingentes sumas de dinero por parte del pablismo (en referencia a Michel Pablo) revisionista.

Proceso que continuó repitiéndose hasta nuestros días, con los falsamente continuadores del trotskismo haciendo todo tipo de volteretas para intentar conquistar algún tipo de notoriedad. Ejemplos de ellos son sus desvaríos como foquistas en los 70, acérrimos legalistas democratizantes a partir de los 80, y vulgares seguidistas del nacionalismo-burgués actualmente (sin abandonar su legalismo). Todo tipo de acrobacias que se explican por su rasgo oportunista, por el abandono del programa marx-leninista trotskista. Los calumniadores e impostores han vaticinado desde la década del 50 la desaparición del POR, su supuesta “traición” a la Revolución, cuando son ellos mismos los que se han descompuesto, dividido y abandonado posiciones.

El trotskismo boliviano, manteniéndose firme en la defensa irreconciliable de la independencia política, demuestra cuán lejos está el balance del 52 de ser un aspecto meramente academicista. Contrariamente reflejan el programa y la política de estas organizaciones.
Los calumniadores y falsificadores se han convertido en furgón de cola del nacionalismo burgués del MAS en Bolivia, tributarios de sus elucubraciones (teoría del Golpe contra Evo) y llamándolo a votar en más de una ocasión. Los renegados se han visto arrastrados por acontecimientos “menos explosivos” que la Revolución del 52, demostrando cuánto daño le hacen a la causa del proletariado y cuántos desastres podrían causar en un proceso revolucionario con su política centrista.

Para su desgracia, el POR ha salido fortalecido programáticamente de todos estos acontecimientos porque tomó la tarea de estudiar los procesos en los que intervino, sacando sus conclusiones, elaborando sus autocríticas, superando sus limitaciones. El POR de Bolivia en la gigante cabeza de Guillermo Lora siempre ha reclamado que se lo critique, que se les señalen los errores, porque eso indudablemente fortalecería no solo al trotskismo boliviano, sino al movimiento trotskista internacional. Pero eso no significó jamás falsificar sus posiciones y reescribir la historia.

Ajustaremos cuentas con el morenismo en nuestra próxima entrega.

 

(nota de MASAS nº412)

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