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Lenin – Sobre el monopolio del comercio exterior

Publicamos el escrito de Lenin, en el que plantea la defensa del monopolio del comercio exterior como una cuestión de principios, que caracteriza al régimen soviético. El enfrentamiento se produjo contra las posiciones revisionistas de Bujarin. Las diferencias de opinión se habían planteado en el CC desde octubre de 1922. Serían, en su desarrollo, decididos en el XII Congreso del Partido, que se celebró entre el 17 y el 25 de abril de 1923. En diciembre de 1922, la enfermedad de Lenin se agravó y no pudo continuar su participación activa. Sin embargo, tuvo tiempo suficiente para elaborar, en sus últimos escritos, posiciones fundamentales sobre la estructura y el funcionamiento del Estado proletario soviético, entre ellas, sobre el monopolio del comercio exterior. Insistió en que la necesidad de derrotar la posición de Bujarin era imperiosa. Stalin estaba con la posición de Bujarin, mientras que Trotsky estaba totalmente de acuerdo con Lenin.

Lenin encomendó a Trotsky de expresar sus opiniones en el XII Congreso. Finalmente, se aprobó la resolución: «El Congreso confirma categóricamente la inalterabilidad del monopolio del comercio exterior y la inadmisibilidad de cualquier intento de desviación o vacilación en su aplicación, y recomienda al nuevo Comité Central que adopte medidas sistemáticas para consolidar y desarrollar el régimen del monopolio del comercio exterior».

El reconocimiento de la importancia decisiva del monopolio del comercio exterior, para desarrollar la economía soviética y defender la independencia de la URSS de las presiones del imperialismo, formaba parte de toda la formulación de Trotsky contra la burocratización estalinista y su pseudo tesis de la posibilidad de construir el socialismo en un solo país. El monopolio del comercio exterior aparece como esencial, junto a la economía planificada y la propiedad nacionalizada, y relacionado con ellas, de modo que un factor depende del otro. Es impensable una economía planificada y una propiedad estatizada (nacionalizada) desvinculada del monopolio del comercio exterior. (POR Brasil – Masas nº669)

Sobre el monopolio del comercio exterior Al camarada Stalin, para la reunión del CC

Lenin, 15 de diciembre de 1922

Considero que lo más importante es analizar la carta del camarada Bujarin. En el primer punto, él afirma que «ni Lenin ni Krasin dicen nada de las incalculables pérdi­das que sufre la economía del país por la ineficiencia del Comisariado del Pueblo de Comercio Exterior para el tra­bajo, ineficiencia que se deriva de los ‘principios’ sobre los que se organiza; no dicen ni una palabra de las pérdidas ocasionadas por el hecho que nosotros mismos no estamos en condiciones (y no lo estaremos durante mucho tiempo, por causas harto comprensibles) de movilizar el fondo mercantil de los campesinos y de emplearlo en el mercado mundial».

Esta afirmación es completamente errónea, ya que Krasin habla claramente en su segundo párrafo de la formación de sociedades mixtas que constituyen, primero, el modo de movi­lizar el fondo mercantil de los campesinos y, segundo, el de obtener, cuando menos, la mitad de las ganancias procedentes de esta movilización para nuestro erario. Por consiguiente, quien pasa por alto la esencia del problema es precisamente Bujarin, que no quiere ver que «la movilización del fondo mercantil de los campesinos» les va a llenar los bolsillos entera y exclusivamente a los nepmen. El problema estriba en si nuestro Comisariado del Pueblo de Comercio Exterior va a trabajar en provecho de los nepmen o de nuestro Estado proletario. Este es un problema tan cardinal que por él se puede y se debe luchar sin duda alguna en el congreso del partido.

El problema de la ineficiencia del CPCE, comparado con este problema primordial, básico y de princi­pio, viene a ser secundario, y dicha ineficiencia no es ni más ni menos que la de todos nuestros comisariados del pueblo, ineficiencia que depende de su estructura social general y cuya solución exigirá de nosotros largos años de ardua labor encaminada a elevar la instrucción y el nivel general.

El segundo punto de las tesis de Bujarin declara que «tales puntos como, por ejemplo, la quinta tesis de Krasin, son totalmente aplicables también a las concesiones en general». Esto es también una falta de lo más escandalosa a la verdad, porque la quinta tesis de Krasin afirma que «en el campo se introducirá artificiosamente el explotador más contumaz, el acaparador, el especulador, el agente del capital extranjero que trafica con el dólar, la libra esterlina y la corona sue­ca». Nada de eso deriva de las concesiones, en las cuales no solo se estipula el territorio, sino también se prevé un permiso especial para comerciar con artículos específicos y, además –esto es lo fundamental–, mantenemos en nuestras manos el comercio de tales o cuales artículos otorgados en concesión. Sin objetar una palabra contra los argumentos de Krasin de que no podremos mantener el libre comercio en el marco que fija la resolución del pleno del 6 de octubre, de que nos arrebata­rán el comercio por la fuerza de la presión, y no solo de los contrabandistas, sino también la de todo el campesinado, sin objetar nada a este argumento económico y de clase fundamental, Bujarin hace a Krasin acusaciones que asombran por lo infundadas.

En el tercer punto de su carta, Bujarin escribe: «el párrafo tres de Krasin». (Enumera por error fortuito el punto tres en lugar del cuatro). «Nuestra frontera se mantiene», y pregunta: «¿Qué significa esto? Esto significa en realidad que no hacemos nada. Exactamente igual que una tienda con un magnífico anuncio publicitario, pero con nada en los estantes (‘sistema Glavzapor’, o sea, ‘El mejor guardián)». Krasin dice con absoluta claridad que nuestra frontera se mantiene no tanto por la protección aduanera o de los guardafronteras como por la existencia del monopolio del comercio exterior. Bujarin no objeta ni puede objetar nada en contra de este hecho claro, real e indiscutible. La expresión «sistema Glavzapor» tiene el carácter de esas expresiones a las que Marx respondía en su tiempo con el término de librecambista vulgaris, porque eso no es más que una frase absolutamente vulgar de librecambista.

Luego en el punto cuarto, Bujarin acusa a Krasin de que aparentemente no ve que debemos ir hacia el perfecciona­miento de nuestra política aduanera, y a la vez me acusa a mí de que, según él, me equivoco al hablar de vigi­lantes para todo el país, cuando en realidad se trata solo de los puntos de importación y exportación. En este caso, las objeciones de Bujarin vuelven a asombrar por la ligereza y marran el tiro, pues Krasin no solo ve la necesidad de perfecciona­r nuestra política aduanera, no solo la reconoce a plenitud, sino que la señala con una exactitud que no admite ni sombra de duda. Esta mejora consiste, primero, en la adopción del sistema de mono­polio del comercio exterior y, segundo, en la formación del sistema de sociedades mixtas.

Bujarin no ve –este es su error más asombroso y, ade­más, uno puramente teórico– que ninguna política aduanera puede ser eficaz en la época del imperialismo donde son monstruosas las diferencias entre los países pobres y los increíblemente ricos. Bujarin alude varias veces a las barreras arancelarias, sin percatarse de que, en las condiciones mencionadas, cual­quiera de los países industriales ricos puede derribar total­mente esas barreras. Con ese objetivo, le basta con instituir una prima de exportación para alentar la exportación a Rusia de mercancías a las que les hemos impuesto una elevada cuota de importación. A todos los países industriales les sobra dinero para ello y, como consecuencia de medidas tales, cualquiera de ellos seguro que puede quebrantar nuestra industria nacional.

Por eso, todos los razonamientos de Bujarin sobre política aduanera significarían en la práctica la renuncia absoluta a proteger la industria rusa y el paso –encubierto con un velo sutilísimo– al sistema de librecambio. Tenemos que combatir eso con todas nuestras fuerzas e incluso en el congreso del partido, puesto que hoy, en la época del imperialismo, no se puede hablar de ninguna política aduanera seria, como no sea la del sistema de monopolio del comercio exterior.

La acusación de Bujarin contra Krasin en el quinto punto de que éste, al parecer no comprende la importancia del aumento de la circulación, la refuta contundentemente lo dicho por Krasin sobre las sociedades mixtas, ya que éstas no persiguen otro objetivo sino el de aumentar la circula­ción, conservando la protección real, y no ficticia, como ocurre con la protección arancelaria, de nuestra industria rusa.

Más adelante, en el punto seis, objetándome a mí, Bujarin da a entender que a él no le importa que el campesino concierte negocios sumamente ventajosos, y que la lucha no se librará entre el campesino y el poder soviético, sino entre éste y el exportador. Eso es, de nuevo, un error craso, porque el exportador, por ejemplo, con las diferencias de precios que yo he señalado (el lino cuesta en Rusia 4 rublos y medio, y en Inglaterra movilizará en torno suyo de la manera más rápida, segura e indudable a todos los campesinos.

De hecho, Bujarin asume la defensa del especulador, del pequeño burgués y de la cúspide del campesinado contra el proletariado industrial que no está absolutamente en con­diciones de reconstruir su industria, de hacer de Rusia un país industrial, a menos que cuente con la protección, no de la política aduanera, sino sola y exclusivamente del monopolio de comercio exterior. En las condiciones de la Rusia actual, cualquier otro proteccio­nismo es totalmente ficticio, no es más que proteccionismo de papel, que en nada beneficia al proletariado. Por eso, desde el punto de vista del proleta­riado y de su industria, esta lucha tiene la mayor importan­cia, es una lucha de principio. El sistema de sociedades mixtas es el único que en realidad puede mejorar la deficiente administración del Comisariado del Pueblo de Comercio Ex­terior, ya que en este sistema trabajan juntos el comerciante extranjero y el mercader ruso. Si ni siquiera en estas condi­ciones sabemos iniciarnos un poco, instruirnos y aprender a fondo, podrá decirse que nuestro pueblo es un pueblo de tontos de remate.

Si seguimos hablando de la «protección aduanera», eso significará que cerraremos los ojos para no ver los peligros señalados por Krasin con plena claridad y que Bujarin no ha logrado refutar en ninguna de sus partes.

Añadiré que la apertura parcial de las fronteras acarrea gravísimos peligros monetarios porque, de hecho, iremos a parar a la situación de Alemania; acarrea gravísimos peli­gros relacionados con la penetración en Rusia, sin la menor posibilidad de control por nuestra parte, de la pequeña burguesía y de toda clase de agentes de los rusos en el extranjero.

El aprovechamiento de las sociedades mixtas para aprender de forma seria y duradera constituye el único camino hacia el restablecimiento de nuestra industria.


Más arriba publicamos las formulaciones de Lenin sobre el monopolio del comercio exterior. Considerando la importancia de la discusión sobre la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), hemos editado algunas partes del «Discurso en la Inauguración del Primer Congreso de la Tercera Internacional», pronunciado por Lenin. Hemos seleccionado los pasajes que resumen los fundamentos del Poder Soviético. Señalamos, en particular, la importancia de la relación entre el papel dirigente del proletariado, su dictadura de clase y la democracia soviética (POR Brasil masas nº669)

1er congreso de la Internacional Comunista

TESIS E INFORMES SOBRE LA DEMOCRACIA BURGUESA Y LA DICTADURA DEL PROLETARIADO 4 DE MARZO( Lenin)

14. La dictadura del proletariado es similar a la dictadura de las demás clases porque ha sido determinada por la necesidad, como ocurre con toda otra dictadura, de aplastar con la violencia la resistencia de la clase que pierde su dominación política. La diferencia radical entre la dictadura del proletariado y la dictadura de otras clases —la dictadura de los terratenientes en la Edad Media y la dictadura de la burguesía en todos los países capitalistas Civilizados— consiste en que la dictadura de los terratenientes y de la burguesía era la represión violenta de la resistencia de la inmensa mayoría de la población, especialmente de los trabajadores. Por el contrario, la dictadura del proletariado es la represión violenta de la resistencia de los explotadores, es decir, de una insignificante minoría de la población: de los terratenientes y capitalistas.

De aquí se deduce, que la dictadura del proletariado debe acarrear inevitablemente, no sólo un cambio de las formas e instituciones democráticas, hablando en general, sino precisamente un cambio tal que traiga consigo una ampliación sin precedentes de la utilización efectiva de la democracia por los oprimidos por el capitalismo, por las clases trabajadoras.

La esencia del poder soviético consiste en que la base permanente y única del poder estatal, de todo el aparato del Estado, es la organización de masas precisamente de esas clases que eran oprimidas por el capitalismo, es decir, de los obreros y semiproletarios (de los campesinos que no explotan trabajo ajeno y recurren continuamente a la venta, de una parte al menos, de su fuerza de trabajo). Ahora son incorporadas a la participación permanente e indefectible, y además decisiva, en la dirección democrática del Estado, las masas que incluso en las repúblicas burguesas más democráticas, siendo iguales ante la ley, eran desplazadas en ja práctica, por miles de artimañas y subterfugios, de la participación en la vida política y del usufructo de los derechos y libertades democráticos.

15. El poder soviético o dictadura del proletariado hace efectiva inmediatamente y por completo la igualdad de los ciudadanos, sin distinción de sexo, religión, raza o nacionalidad, que la democracia burguesa prometió siempre y en todas partes, pero que no realizó en ningún lugar ni podía realizar debido al dominio del capital. El hecho es que esa igualdad sólo puede realizarla el poder de los obreros, que no están interesados en la propiedad privada de los medios de producción y en la lucha por su reparto.

16. La vieja democracia, es decir burguesa, y el parlamentarismo, estaban organizados de tal modo, que precisamente las masas trabajadoras eran las que estaban más desplazadas del aparato del gobierno. Por el contrario, el poder soviético, es decir, la dictadura del proletariado, está estructurado de tal forma, que acerca las masas trabajadoras al aparato de gobierno. Este mismo propósito cumplen la unión de los poderes legislativo y ejecutivo en la organización soviética del Estado, y la sustitución de los distritos electorales territoriales por unidades de producción, como talleres y fábricas.

17(…)

18. La organización soviética del Estado está adaptada al papel dirigente del proletariado, la clase más concentrada y esclarecida por el capitalismo. La experiencia de todas las revoluciones y de todos los movimientos de las clases oprimidas, la experiencia del movimiento socialista mundial, nos enseña que solamente el proletariado está en condiciones de unir y dirigir a las capas dispersas y atrasadas de la población trabajadora y explotada.

19. Sólo la organización soviética del Estado puede destruir realmente de golpe y acabar para siempre con el viejo aparato burocrático judicial, es decir, con el aparato burgués, que se ha mantenido y tiene que mantenerse inevitablemente bajo el capitalismo, incluso en las repúblicas más democráticas, y que es, realidad, el mayor obstáculo en la aplicación de la democracia para los obreros y los trabajadores. La Comuna de París dio el primer paso de alcance histórico universal por este camino; el poder soviético ha dado el segundo.

20. La destrucción del poder estatal es el objetivo que se han propuesto todos los socialistas, incluido, y en primer término, Marx. Si no se logra ese objetivo, la verdadera democracia, es decir la igualdad y la libertad, es irrealizable. Pero su realización práctica es únicamente posible por medio de la democracia soviética o proletaria, pues al atraer a la participación permanentes e ineludible en la dirección del Estado a las organizaciones de masa de tos trabajadores, comienza inmediatamente a preparar la total extinción de todo Estado.

(Lenin, OBRAS COMPLETAS tomo XXX, págs. 323-344 editorial AKAL)

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