El endeudamiento monumental

El endeudamiento externo con acreedores privados y el FMI es una extraordinaria carga que condiciona fuertemente la economía nacional ya que el gobierno la ha reconocido como válida y aceptado el programa y la dirección del capital financiero para que se cumpla con los compromisos.

Pero hay otra pesada carga, explosiva, que es la deuda interna con el sistema bancario. Un sistema que se arrastra desde hace décadas y ningún gobierno se ha animado a desmontar, pese a las promesas. Los gobiernos coinciden en diagnosticar la perversidad de esta política monetarista, parasitaria, típica del dogma neoliberal, pero ninguno dio pasos para desmantelarla.

Todos los gobiernos capitalistas, al defender la gran propiedad, no confiscan y expropian los monopolios o sus sectores vitales de la economía para apropiarse de su renta y contar con los recursos suficientes para resolver los problemas más urgentes de los oprimidos, ni siquiera se animan a elevar los impuestos o a terminar con el contrabando. Porque esta es una forma de terminar con sus déficits y equilibrar las cuentas. Los capitalistas, por el contrario exigen que se bajen los presupuestos, que se bajen salarios, que no se subsidien tarifas, para descargar toda su crisis sobre los que menos tienen.

El neoliberalismo explica que ese endeudamiento es la consecuencia de la incontrolable emisión monetaria a la que recurren los gobiernos, que deben absorber todos los pesos que se emitieron. Esta deuda que contrae el Banco Central con altísimas tasas de interés lo ha colocado al borde de la quiebra. Y la situación se ha agravado. Hacia fines de septiembre la suma de esos pasivos monetarios duplicaba la base monetaria, llegando como una bola de nieve a acumular 8,4 billones de pesos de deuda.

Con Macri la crisis con las Lebaqs estalló cuando la deuda superaba el 45% de la base monetaria. Teniendo en cuenta las tasas de interés actuales del orden del 107% anual se puede anticipar un colapso de este sistema (que va a terminar afectando todos las personas y empresas que tengan plazos fijos y muy poco a los bancos).

Las maniobras para contener la cotización del dólar y las tasas reales de interés que exige el FMI producen desequilibrios en su esquema que tarde o temprano explotan. Ya conocemos la historia.

En 1990 se “resolvió” una situación similar entregado bonos de largo plazo a los ahorristas que tenían depósitos en los bancos (el tristemente famoso Plan Bonex), una confiscación masiva que afectó a pequeños y medianos depositantes, muchos de los cuales tuvieron que malvender esos bonos, que terminaron en manos de los bancos que obtuvieron jugosas ganancias adicionales. La Corte convalidó esa medida como constitucional.

Estamos frente a una situación que ya se ha vivido, que es previsible, que siempre termina mal y que por lo tanto requiere acciones inmediatas. Su explosión afectará especialmente a los más oprimidos. El camino de una fuerte devaluación para licuar esa deuda se trasladará inmediatamente a los precios.

Alberto Fernández en su campaña electoral prometió terminar con esta situación. En este terreno mostró también su total incapacidad y cobardía.

No solo hay que terminar con las políticas monetaristas exigidas por el capital financiero, hay que desconocer toda la deuda y estatizar el sistema bancario para terminar con su parasitismo, transformándola en una banca única, nacional, bajo control de los trabajadores. Terminar con el parasitismo financiero será tarea de otra clase en el poder, la clase obrera acaudillando a la mayoría oprimida.

(nota de MASAS nº424)

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