Los ricos cada vez más ricos, los pobres cada vez más pobres

La Universidad Católica publicó que la pobreza creció al 43,1% y alcanza a 18 millones de personas y el desempleo se ubica en el 31,7%, “estamos ante la tercera generación de pobres en el país”.

Los niños y adolescentes hasta 17 años son los más afectados. Su informe menciona que el 61,6% es pobre.

Muestra la tendencia creciente del empobrecimiento de la población: según su informe “en 1974 la pobreza marcaba 6% (1,5 millón de personas), en los ’80 el piso fue del 20% (6 millones de personas), durante la convertibilidad entre 25% y 30% (no menos de 10 millones de personas)”.

La situación que describe es grave. Pero la situación es aún peor. El criterio de la clase obrera es que los únicos que no son pobres son aquellos que pueden satisfacer todas sus necesidades y ese porcentaje es del 10% de la población. La medida de esas necesidades es el costo de la canasta familiar que supera los $250.000.

La tendencia al empobrecimiento no deja de crecer desde 2017, agravándose bajo la pandemia.

El informe señala que “la ayuda estatal a los hogares pasó de 24,4% en 2010 a sus actuales 40,4%. Casi se duplicó en 12 años. El punto más alto fue en pandemia (47,3%).

La cantidad de planes o medidas de asistencia social atenúan la pobreza y la indigencia pero no la resuelven. Sólo se resuelve con la creación de puestos de trabajo genuino, con salarios que alcancen a cubrir la canasta familiar.

Los informes de pobreza deben ir acompañados de los informes de riqueza, del crecimiento de las ganancias de las corporaciones, de los exportadores, de los terratenientes. Deben ir acompañados del informe de la fuga de divisas, del crecimiento del contrabando, del endeudamiento. No hay uno sin otro.

El Gobierno que asumió con la promesa de redistribuir el ingreso, de “primero los más postergados”, se ha mostrado incapaz de impedir el crecimiento de la pobreza. El cierre de fábricas, el avance de la desindustrialización del país, el avance de la reprimarización de la economía, las privatizaciones de las empresas públicas, tuvo consecuencias irreversibles.

El Gobierno ante todo cumple sus promesas con el FMI, con el programa que firmó. Festeja que cumple con la meta del 2,5% de déficit fiscal a costa de un terrible ajuste. El bono para los desocupados, como para jubilados y trabajadores formales es miserable, una burla, ante el fenomenal saqueo que se ha producido sobre los ingresos de la población. La discusión sobre un ajuste salarial de suma fija para todos los trabajadores quedó en el olvido, ¡ni siquiera eso quieren conceder!, ante una inflación acumulada en el año de 92,4%. Y festejan como si hubieran ganado un Mundial que la inflación se desaceleró un poquito.

No será posible terminar con esta tendencia bajo ningún gobierno capitalista porque la base para empezar a transformar la economía y ponerla al servicio de la mayoría es expropiar la gran propiedad de los medios de producción, de los bancos, los puertos, los latifundios, los yacimientos, desconocer la deuda externa. Sólo la clase obrera puede encarnar esta política de ruptura con el capital financiero, de conquista de la independencia política, tomando el poder del Estado en sus manos, acaudillando a la gran mayoría oprimida, empobrecida.

 

(nota de MASAS nº427)

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