Se extiende la quiebra de los bancos de EEUU

La escalada militar de Estados Unidos contra Rusia y China se agudiza y paralelamente se está produciendo una implosión financiera. Ambos fenómenos tienen una misma base: la acelerada descomposición capitalista.

 

Otra vez en el corazón del imperialismo

Se trata de la mayor bancarrota estadounidense desde la crisis financiera mundial del 2008. Estados Unidos produjo otro tsunami que se extendió aceleradamente, causando pánico en Europa. Las olas más grandes ahogaron al poderoso banco suiz.

El 13 de marzo Biden pidió tranquilidad a ahorristas e inversores y enfatizó que “el mundo político hará todo lo que esté a su alcance para preservar el sistema financiero”. Otra vez la mano del Estado para salvar a los bancos.

El JPMorgan calcula que es probable que los bancos estadounidenses “más vulnerables” hayan perdido en total 1 billón de dólares en depósitos desde el año pasado, y que la mitad de las salidas se produjeron en marzo, tras el colapso del Silicon Valley Bank (SVB).

El cierre del SVB y el Signature Bank representan la segunda y tercera quiebras más importantes de la historia bancaria de Estados Unidos.

 

La expansión del problema

El endeudamiento ilimitado empieza a explotar con la fuerte suba de las tasas de interés y amenaza con sumergir al mundo en una crisis de gran magnitud.

Los bancos regionales y pequeños de EEUU perdieron depósitos y sufrieron grandes pérdidas en el valor de sus acciones. Sus depósitos se dirigieron hacia los seis grandes bancos norteamericanos considerados “sistémicamente importantes” por su tamaño e interrelación, generando más concentración, una situación inversa a la ley de reforma del 2008, tras la crisis, que trataba de evitar la concentración.

Pero esos 6 bancos son los principales tenedores de la enorme deuda con derivados (contratos a futuro con un precio incierto, es decir, de carácter especulativo) que, fuera de todo control oficial, constituye hoy la principal amenaza al sistema financiero internacional. Los principales bancos intentaron cortar la corrida bancaria aportando un préstamo de 30.000 millones de dólares al First Republic Bank.

La intervención pública de las autoridades de EEUU y UE no fue suficiente para tranquilizar a los mercados. Las olas negativas se expandieron velozmente, en primer lugar a Europa.

Las causas de la caída

La crisis de las empresas tecnológicas afectó al Silicon Valley Bank (SVB). Financió proyectos que no fueron sostenibles. El dinero “barato” que permitió inflar negocios como el de las cripto monedas fue el primero en colapsar el año pasado.

Las empresas tecnológicas se vieron seriamente afectadas por la disminución significativa de sus ganancias, que las forzó a tomar más préstamos por la dificultad para devolver los que habían tomado. El impacto de las nuevas tasas de interés encareció dramáticamente el costo de esos préstamos.

El Silicon Valley, con sede central en Santa Clara, California, se fundó en 1983 y tuvo un gran desarrollo en los últimos años, beneficiándose con el auge del sector de la tecnología digital. Los depósitos crecieron más de tres veces durante la pandemia. El banco duplicó la cantidad de empleados en la central y en sus sucursales.

Con 29 sucursales nacionales, el SVB prestaba servicios a casi la mitad de las empresas estadounidenses de tecnología. Se expandió a varios países europeos, como Alemania, Dinamarca, Irlanda, Suecia y Reino Unido. También se instaló en Canadá, China, India e Israel, ocupando hasta la semana pasada el lugar 16 entre los bancos estadounidenses más sólidos.

El 8 de marzo el Silicon Valley Bank anunció la venta forzada de títulos por 21.000 millones de dólares, lo cual le implicó pérdidas de 1.800 millones y una fuerte caída de sus acciones en Wall Street.

La mayor parte de sus activos, casi 129.000 millones de dólares, eran bonos del Tesoro norteamericano, el activo financiero que se consideraba más seguro. La debacle de este banco fue detonada por la política de la Reserva Federal de subir las tasas de interés cercanas a cero durante un largo período hasta cerca del 5% en sólo un año para tratar de contener la inflación. El valor de esos bonos se desmoronó de la noche a la mañana.

El capital de SVB se había devaluado enormemente. El informe anual del SVB mostraba en su balance contable 15.000 millones (billones) de dólares de pérdidas “no realizadas” en bonos del Tesoro y todo su capital ascendía a 16.000 millones (billones) de dólares (“no realizadas” quiere decir que se generan contablemente al valuar los bonos a precio de mercado).

Al conocer estas dificultades sus clientes usaron celulares y computadoras para retirar en un día 42.000 millones de dólares depositados. La velocidad de las operaciones agudizó los problemas de iliquidez, y llevó al banco a la debacle.

El 9 de marzo sus acciones se desplomaron un 60% y arrastraron consigo otras operaciones bancarias, ya que los inversores vieron en el horizonte señales semejantes a las del crack mundial de 15 años atrás. El 10 de marzo la cotización de las acciones del SVB se paralizó. Cayó entonces la guillotina.

La situación financiera del SVB, que quebró, es común a bancos, corporaciones, Estados e instituciones internacionales que compraron letras del Tesoro en los últimos años. Están sentados sobre un capital devaluado.

Explotó un fenómeno que denunciamos, el crecimiento del endeudamiento ilimitado de los Estados, las empresas y las familias como producto de las políticas aplicadas por la Reserva Federal de EEUU desde la crisis financiera del 2008, que vuelve a poner en riesgo al conjunto del sistema financiero. Aquella crisis nunca pudo ser cerrada.

La Federal Deposit Insurance Commission (FDIC) de EEUU estima que las “pérdidas no realizadas” de todo el sistema bancario ascienden hoy 650.000 millones de dólares. Esto quiere decir que si los bonos en poder de los bancos se contabilizaran a valor de mercado debería reflejarse esa pérdida y quebraría el sistema.

Las condiciones estructurales ya estaban dadas para una gran crisis: las empresas comenzaron a retirar sus depósitos bancarios para mantenerse a flote, pero como los bancos habían quedado con muy poco efectivo debido a su desastrosa inversión en bonos de rendimiento casi nulo, cundió el pánico.

 

Porqué se potencia el parasitismo, la especulación con derivados, las inversiones de riesgo.

El parasitismo financiero se agranda. Billones de dólares no encuentran cómo ser aplicados en la producción y buscan todas las formas para especular, para poder conseguir mejores rendimientos que escapen a la caída de la tasa de ganancia. Se crean burbujas que tarde o temprano explotan.

El capital financiero predomina, impone las condiciones, los gobiernos no encuentran forma de regularlo, controlarlo, de limitar su accionar. Sus crisis permanentes agravan la descomposición capitalista. Las quiebras y salvatajes absorben recursos extraordinarios de los Estados, recursos que son negados a sectores que los necesitan. Hace décadas que se alerta sobre este peligro, pero se impone su tendencia depredadora. En 2010, luego de la crisis de 2008, se aprobó el Acta Dodd-Frank que establecía mayores controles para que no se produjera una crisis financiera de proporciones, sin embargo falló.

Los “mercados” reaccionaron con irritación a partir de la bancarrota de la institución californiana. “¿Cómo pasaron desapercibidas las señales de alarma para accionistas y reguladores?”. Otra vez, los bancos que ponen en crisis el sistema son rescatados de sus “errores” que les permitieron acumular enormes riquezas. Se repiten las promesas de leyes para que no vuelva a ocurrir.

El escape de los clientes de los bancos pequeños y medianos, lleva a la superconcentración en los bancos más grandes que tienen mayores riesgos, pero que “son demasiado grandes como para caer”. Esos bancos también tienen bonos desvalorizados, inversiones ocultas en derivados y préstamos de dudoso recupero. (Se denomina “derivados” a los contratos a futuro sobre distintas mercancías).

 

Salvataje apurado

El Fondo para Seguro de Depósitos asegura los depósitos de hasta 250.000 dólares en el sistema bancario norteamericano y tiene para ello 128.000 millones de dólares. Sus recursos no alcanzaban para cubrir las pérdidas no realizadas y conocidas del sistema bancario.

Esa garantía fue reemplazada por una garantía total de los depósitos. Si no lo hacían, cientos de empresas, clientes del banco, hubieran corrido el riesgo de no poder pagar salarios y facturas debido a la quiebra del banco. Con esta medida las autoridades norteamericanas procuraron evitar un mayor debilitamiento de ese sector clave de su economía. Trataron de evitar que “las empresas tecnológicas se queden sin liquidez y tengan problemas”. Sobre todo, teniendo en cuenta que tanto las empresas emergentes como las grandes transnacionales ligadas a la tecnología digital llevan un largo período con tendencia a la baja, con despidos masivos de personal.

Las autoridades monetarias cerraron a otro banco, Signature Bank (SB), cuyos depósitos caían bruscamente. La Reserva Federal anunció que ofrecerá préstamos de hasta un año de duración a bancos, sociedades de ahorro y otras instituciones que tienen bonos del Tesoro norteamericano y otro tipo de activos financieros que, “valuados a la par”, podrán servir como respaldo del préstamo. Así, intenta estabilizar el mercado de bonos, incentivando a bancos y otras instituciones a retenerlos en lugar de venderlos, para mantener artificialmente los precios de estos bonos y limitar su devaluación.

Así, 15 años después de la crisis financiera internacional del 2008, el peligro de la deuda con derivados asoma a la superficie y la pérdida de valor de los bonos del Tesoro norteamericano amenaza directamente al poderío del dólar como moneda internacional de reserva. Las medidas de salvataje tienen un costo extraordinario.

El Banco Central de Suiza facilitó 54.000 millones de dólares para salvar al Credit Suisse. Un Banco estrechamente interrelacionado con los seis bancos más grandes norteamericanos, y tiene una importante deuda con derivados.

Los principales diarios suizos señalaron la caída histórica del Credit Suisse. Voces críticas señalan que, una vez más, el dinero de los contribuyentes es usado para salvar a una gran empresa privada. Ya en octubre de 2008 el Estado suizo proporcionó 60.000 millones de francos a la Unión de Bancos Suizos (UBS), su principal banco, que en ese momento se encontraba al borde del precipicio. La crisis del UBS en aquel momento se debía al alto riesgo en las inversiones que había promovido en el mercado norteamericano que estalló con la crisis de los créditos hipotecarios. Ahora UBS compró al Credit Suisse.

La sacudida continuó en Europa dos semanas después con la caída del precio de las acciones de grandes bancos como el austriaco Raiffeisen Bank International; el Deutsche Bank el más grande de Alemania que se desplomó y lleva acumulada una pérdida del 20% en el año; su rival Commerzbank también cayó; como las acciones de los bancos italianos Intesa y Unicredit, el noruego Nordea; el holandés ING; el BNP Paribas y Société Générale, ambos de Francia; y en España el Santander, el BBVA y CaixaBank.

La fuerte caída del Deutsche Bank se disparó cuando se encareció el costo del seguro que cubre su deuda y que indica una probabilidad de default de 27,4% en los próximos cinco años.

Los discursos de los presidentes, de las autoridades económicas y financieras no pueden calmar los mercados.

Esta crisis se extenderá a todos los países. Es inevitable su repetición que afecta al conjunto de la economía. El sistema financiero debe ser estatizado bajo control colectivo de los trabajadores. Todos los recursos financieros deben ser colocados en la producción como parte de una planificación centralizada de la economía. El parasitismo financiero es inherente a esta etapa de descomposición y desintegración del capitalismo y sólo se podrá terminar con su dominación por medio de la revolución social. La clase obrera es la única que puede llevar esta lucha hasta el final acaudillando a todos los oprimidos.

(Nota de MASAS nº432)

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