Otra masacre en EEUU, de odio racial y contra las mujeres de origen asiático

Activistas antirracistas en los EE.UU. han organizado y participado en decenas de marchas y manifestaciones de protesta en todo el país en respuesta al asesinato del 16 de marzo de ocho personas, principalmente mujeres asiáticas en Atlanta, Georgia y sus alrededores.

En todas partes, estas protestas han adoptado la misma forma: cientos y, a veces, miles de personas acuden a las protestas en busca de un plan de acción para detener la violencia racista. Pero los oradores y los organizadores de las protestas, principalmente simpatizantes o incluso funcionarios electos del Partido Demócrata, no tienen nada que decir más allá de lamentar la atrocidad.

Los planes de acción nunca equivalen a nada más que decirle a la gente que confíe en la policía o, como mucho, presionarlos para que “hagan un mejor trabajo”.

Nada podría ser más absurdo para lidiar con el siempre presente problema de la violencia racista en Estados Unidos que confiar en las mismas fuerzas policiales cuyos asesinatos de innumerables personas negras y otras minorías desencadenaron oleadas de protestas llenas de bronca de cientos de miles de personas el año pasado.

En Atlanta, la policía y los fiscales aún ni siquiera categorizan los asesinatos del 16 de marzo como un crimen de odio, que es una designación legal que generalmente hace que sea más probable que un asesino finalmente sea condenado.

La respuesta a la violencia racista en los EE.UU. en 2021 es la misma que en 2020 y todos los años anteriores: movilizarse en las calles para bloquear los centros de las ciudades, crear guardias comunitarias de autodefensa y unir todas los luchas de los oprimidos en un solo movimiento independiente de los demócratas y de todos los políticos capitalistas.

Para que exista la más mínima esperanza de éxito, debemos vincular explícitamente cualquier lucha contra la violencia racista en los EE.UU. con la lucha de la comunidad negra por la igualdad, así como exigir plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes. Esto se encuentra más vigente que nunca, solo unos días antes de la apertura del juicio en Minneapolis del policía que asesinó a George Floyd.

Todos los políticos estadounidenses son plenamente conscientes de este punto, ya que tratan de sofocar o cooptar la lucha. Los activistas antirracistas también deben entenderlo.

Sobre este mismo punto, el país pudo ver cómo el recién elegido presidente Joe Biden dejaba todos sus negocios en Washington para correr a Atlanta para poder reclamar su participación personal en la respuesta popular a los asesinatos. Biden es un político que nunca en su larga trayectoria ha brindado más que apoyo a regañadientes a la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos; incluso fue el principal oponente demócrata a los programas de integración escolar (school busing programs) en la década de 1970. Biden confía en que su vicepresidenta negra, Kamala Harris, esté a su lado casi cada minuto mientras discute cualquier tema relacionado con el racismo.

El propósito de Biden en Atlanta fue el mismo que el de todos sus colegas demócratas en todas las demás protestas contra los asesinatos de Atlanta: no impulsar la lucha, no lograr justicia, ¡sino detener la lucha y proteger el decrépito sistema racista que representan!

Biden no solo no tiene nada que decir sobre la lucha contra el racismo. Su campaña contra China ha encendido el odio anti-asiático entre los racistas blancos, tal como lo hizo Trump constantemente durante los cuatro años anteriores, y al igual que Trump, comparte gran parte de la culpa de estos asesinatos. Los medios de comunicación han informado que la mayoría de las mujeres asesinadas eran coreanas y no chinas. Pero todo el mundo sabe que tales distinciones no preocupan a los racistas.

La situación es urgente. Biden no tiene planes de dar marcha atrás en su ofensiva contra China. La “inclinación asiática” en la política exterior de Estados Unidos es un esfuerzo desesperado de la clase dominante estadounidense para proteger su imperio contra el creciente poder de China, que está en camino de superar a Estados Unidos en casi todas las medidas económicas concebibles en los próximos años. Biden sabe muy bien que, a medida que continúa la ofensiva contra China, la violencia racista contra las personas de origen asiático es inevitable. Nuestro movimiento antirracista debe denunciar el belicismo de Biden hacia China y movilizarse en las calles contra la campaña de guerra.

Finalmente, también es profundamente preocupante notar que las protestas contra los asesinatos de Atlanta ignoraron universalmente el tema del feminicidio, a pesar del hecho de que todas menos una de las víctimas de Atlanta eran mujeres. Todo indica que la violencia contra las mujeres está aumentando rápidamente en Estados Unidos, como en muchos otros países, debido a la crisis del capitalismo en general y a la terrible atomización social provocada por el Covid en particular.

La violencia racista y feminicida tiene su raíz en la opresión de clase, la descomposición capitalista agravada por la guerra comercial potencia estas tendencias. No se podrá terminar con el odio racial, la discriminación y la violencia hasta que no derribemos este régimen de opresión de clase, la dictadura del capital.

Los trabajadores estadounidenses y las activistas por los derechos de las mujeres deben seguir el ejemplo de sus contrapartes en América del Sur, que han respondido a esta crisis con grandes marchas en las calles y el despertar de toda una nueva generación de militantes. En Argentina, el nuevo espíritu de lucha del movimiento por los derechos de las mujeres ya obtuvo una victoria de importancia internacional: la legalización del aborto, a pesar de décadas de oposición aparentemente insuperable por parte del gobierno, la iglesia y la derecha del país. Pero el movimiento de mujeres en todas partes, si quiere avanzar, debe vincularse a la lucha de masas contra el racismo.

Con la llegada de la primavera en los Estados Unidos y el inicio del juicio por asesinato de George Floyd, podemos esperar una militancia renovada en todos lados. El movimiento de la clase obrera estadounidense se revitalizará como parte de la lucha internacional por la liberación de los trabajadores. ¡Construir el CERCI! ¡Reconstruir la Cuarta Internacional, Partido Mundial de la Revolución Socialista!

 
(nota de MASAS nº390)

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