Brasil: Encuentro de Lula con un representante del gobierno de Biden

El gran interés de Estados Unidos por las elecciones brasileñas se manifestó con mayor claridad ante el desafío de Bolsonaro a las urnas electrónicas. Biden dirigió su Embajada para apoyar al Tribunal Superior Electoral (TSE) y la decisión del Congreso Nacional de rechazar el retorno a la papeleta impresa. Bolsonaro terminó aislado internacionalmente en su objetivo de protesta.

Es sabido que, en las condiciones en que se celebraron las elecciones, Biden se inclinaba más por Lula que por Bolsonaro, que se había perfilado detrás de Trump. En este caso, los intereses generales del imperialismo estadounidense coincidían con los intereses políticos particulares de los demócratas.

La experiencia de los dos mandatos de Lula fue más que suficiente para que el gobierno demócrata estuviera seguro de que esa era la mejor solución a la crisis que atraviesa Brasil y a la estrategia de Estados Unidos frente a la crisis del mundo en desarrollo. La mejor variante hubiera sido la victoria de la candidata de la tercera vía, Simone Tebet. Al no ser posible, Biden no podía ponerse del lado del republicano-trumpista Bolsonaro, en detrimento del demócrata-obamista Lula.

Lula y su ministro de Relaciones Exteriores, Celso Amorim, hicieron un gran servicio a los gobiernos de George W. Bush (republicano) y Barack Obama (demócrata), de Estados Unidos, al aceptar comandar la mal llamada «fuerza de paz» de la ONU (Minustah) para la intervención en Haití, creada en septiembre de 2004 y concluida en abril de 2017. Como puede verse, fueron largos años de tormento para el pueblo haitiano, considerado por el imperialismo como incapaz de resolver sus propios problemas. Los militares brasileños, bajo el mando del general Augusto Heleno, que luego se convirtió en hombre fuerte del gobierno de Bolsonaro, tuvieron una enorme responsabilidad en la brutal represión y las masacres en este país semicolonial y extremadamente atrasado, en cuanto a la economía y el desarrollo social.

Es bueno recordar este acontecimiento, ya que, casualmente, Lula vuelve al poder en el momento en que Biden necesita a Brasil, para repetir la hazaña de la prepotente fuerza de paz de los cementerios de los EE.UU.-ONU. La reunión del asesor de Seguridad Nacional de EEUU, Jake Sulivan, con Lula, aquí en Brasil, sacó a la luz la pasada colaboración del gobierno brasileño con el intervencionismo en Haití. Esto bajo las condiciones de una nueva arremetida imperialista en el país caribeño.

La evaluación de Estados Unidos y de la ONU es que Lula prestó un gran servicio al intervencionismo imperialista, disfrazado de misión de paz. En este sentido, puede repetir la colaboración.

Otro punto de la misión Sulivan se refiere al alineamiento de Brasil con la guerra en Ucrania y el conflicto con China, ambos promovidos por Estados Unidos y los aliados europeos. Biden ha impulsado la escalada militar mundial. Su brazo armado en Europa, la OTAN, ha sobrepasado este límite y avanza hacia Asia. América Latina está en sus cálculos. Nada se ha dicho sobre el uso de la base de Alcântara, pero sin duda forma parte de los planes del imperialismo estadounidense utilizarla con fines militares.

La Amazonia, a su vez, gana nueva estatura para los intereses de Estados Unidos que, bajo Biden, impulsa la cuestión climática, evidentemente como máscara para el intervencionismo económico. Lula aprovechó los conflictos económicos y sociales del espacio amazónico para enarbolar la bandera electoral de la protección del clima. Vino a satisfacer los intereses de las potencias que apenas disimulan sus objetivos comerciales, que están en la base de los cambios en las matrices energéticas.

Después de esta «visita» de Sulivan, se espera que Lula vaya a Estados Unidos para reunirse con Biden. El gobierno estadounidense cuenta con la debilidad política del gobierno de Lula, que tiene que gestionar una grave crisis económica y social.

Todo indica que el gobierno del frente amplio debe adaptarse a las acciones del imperialismo, comandado por Estados Unidos. Esto debe ser denunciado a la clase obrera y a los demás explotados, que tendrán que liberarse de la política de conciliación de clases del PT, de su coalición de izquierda y de la burocracia sindical.

Las consignas antiimperialistas y la defensa de la soberanía nacional pueden ganar mayor visibilidad para la mayoría oprimida, que carga sobre sus espaldas el saqueo promovido por las potencias imperialistas, y paga caro los obstáculos impuestos, desde fuera hacia dentro del país, al desarrollo de sus fuerzas productivas. Parte de esta tarea es la lucha entre los explotados para encarnar su propio programa de reivindicaciones, y despertar su comprensión de la necesidad de organizarse en el campo de la independencia política, frente al gobierno de Lula, los partidos de la burguesía y el Estado capitalista.

(POR Brasil – Masas nº679)


Primer acuerdo de Lula con el oligárquico Congreso Nacional

El gabinete de transición, liderado por el vicepresidente Geraldo Alckmin, presentó el llamado PEC de Transición, que permite gastos por encima de la regla del techo presupuestario, por un valor de R$ 200 mil millones. Tras arduas negociaciones con los partidos que controlan el Congreso Nacional, el Senado aprobó una cifra de 145.000 millones de reales.

Este monto permitirá a Lula cumplir su promesa de campaña electoral de mantener la «Ayuda Brasil» de R$ 600,00, que volverá a llamarse «Bolsa Família», y una especie de «bolsa infantil» de R$ 150,00. Se calcula que esta suma ascenderá a 70.000 millones de reales. El resto se utilizará para las necesidades iniciales del Gobierno.

Se puede ver que este juego, incluso antes de que Lula asumiera el cargo, muestra hasta qué punto Bolsonaro y sus secuaces que controlan el «presupuesto secreto» han dejado al nuevo gobierno una bomba fiscal. Entre los negocios, está precisamente el llamado «presupuesto secreto», que sirvió a la gobernabilidad de Bolsonaro y al fortalecimiento de las oligarquías políticas que manejan el Congreso Nacional, y gran parte de ellas pertenecen al «Centrão».

Las elecciones de octubre dieron una ajustada victoria a Lula y un cómodo triunfo a la oligarquía parlamentaria de centro-derecha y ultraderecha. Es en estas condiciones que la Comisión de Control y Justicia (CCJ) y luego el Senado aprobaron un PEC ajustado a los intereses de todos. Todavía tiene que pasar en la Cámara de Diputados, pero todo indica que no se bloqueará, ya que son prácticamente las mismas fuerzas y los mismos intereses que los del Senado.

La decisión del Supremo Tribunal Federal (STF) sobre la inconstitucionalidad del «presupuesto secreto» sigue pendiente. El apoyo de Lula a la preservación de Arthur Lira como presidente de la Cámara de Diputados es un indicador de que todas las bravuconadas petistas contra el «presupuesto secreto» han desaparecido, ante la falta de recursos básicos para iniciar el nuevo gobierno. Como siempre, reina el tira y afloja propio de la pútrida democracia oligárquica. Es muy posible que el STF encuentre una manera de acomodar los intereses respectivos.

El PSD, el MDB y União Brasil están aprovechando esta circunstancia en la que se expresa la debilidad de Lula, para exigir puestos de mando en el gobierno de frente amplio que se está formando. La parte de la población que dio la victoria a Lula, rechazó a Bolsonaro y despreció a Simone Tebet, está siendo engañada en los albores del nuevo gobierno.

Lula sólo consiguió quedarse con los R$ 600,00 de la «Ayuda Brasil», porque después de todo Bolsonaro había hecho la misma promesa. Así, las negociaciones entre los partidos de la burguesía en la cueva de bandidos del oligárquico Congreso Nacional tienen lugar sobre la pobreza, la miseria y el hambre que afectan a la mayoría oprimida. Retratan la bancarrota del reformismo de petista y de su entorno izquierdista, como el PCdoB y el PSOL.

Está claro que el gobierno de Lula nació con los pies atados por la alianza con los partidos de la burguesía, que mejor expresan la política oligárquica y los intereses de los capitalistas. Chocará con las miserables condiciones de las masas y con la clase obrera, sacrificada por la crisis estructural del capitalismo en descomposición.

La vanguardia con conciencia de clase se enfrenta a la tarea de organizar una oposición revolucionaria al nuevo gobierno burgués e impostor de Lula. Esta oposición debe basarse en la defensa del programa de reivindicaciones de los explotados, y que esté dirigida por la estrategia de la revolución proletaria, de la lucha por un gobierno obrero y campesino.

(POR Brasil – Masas nº679)

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