Cumbre imperialista en Lituania

Reforzar y ampliar la OTAN: nuevos pasos en la escalada militar

Cerca de cumplirse 17 meses de la guerra en Ucrania, la Cumbre de la OTAN en Vilna, Lituania, continuó con las decisiones de fortalecer y ampliar este brazo armado del imperialismo, creado en 1949 como instrumento de la Guerra Fría de las potencias contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, liquidada en 1991 por la contrarrevolución restauracionista. A finales de junio de 2022, cuando la guerra llevaba cuatro meses, la Cumbre de Madrid revisó el «Concepto Estratégico» para la «próxima década», señalando a Rusia y China como dos grandes adversarios a combatir. Resolvió acelerar la adhesión de Finlandia y Suecia como miembros de la organización. En el primer caso, en abril de 2023. En el segundo caso, el de Suecia, acaba de resolverse en la Cumbre de Vilna. Con los dos países nórdicos, la OTAN cuenta ahora con 32 miembros.

Los portavoces de la prensa imperialista dicen que «la OTAN se enriquece con dos Estados miembros con fuertes fuerzas de defensa y cuya situación geográfica le permitirá reinar sobre el Mar Báltico». Este «enriquecimiento» significa aumentar y estrechar el cerco a Rusia. Cualquiera que sea el resultado de la guerra en Ucrania, las fuerzas del imperialismo seguirán avanzando sobre el territorio antes conformado por la URSS. Forma parte de este cálculo y de la estrategia estadounidense que Rusia se debilite y ceda terreno.

La Cumbre de Vilna no pudo satisfacer el deseo del gobierno y la oligarquía ucranianos de ingresar en la OTAN. Se montó un teatro para que Zelensky suplicara a sus amos que aceptaran la petición de Ucrania, y para que Biden respondiera que no era posible aceptar el ingreso en la OTAN en plena guerra, aunque fuera el deseo de todos los aliados. La cláusula 5, que obliga a la OTAN a defender la «seguridad» de uno de sus miembros, es bien conocida.

Para Zelensky, la solución del conflicto pasa por la implicación directa de la alianza imperialista, lo que implica que Estados Unidos entre en guerra con Rusia. Todo el mundo sabe que, en este caso, la tercera guerra mundial ya quedaría configurada. El imperialismo norteamericano no tiene intención de ir tan lejos por el momento sin una preparación rigurosa. Los peligros de una guerra nuclear están muy bien asentados. El curso de una confrontación general implicará sin duda a China. Las potencias deben estar mejor preparadas para un cambio en la calidad de la situación mundial que provoque una conflagración de esta proporción. Así lo demuestran las experiencias de las dos grandes guerras. La negativa a asumir ese riesgo en caso de que Ucrania se incorpore a la OTAN fue, por tanto, puro espectáculo por parte de Estados Unidos.

La creación del Consejo de la OTAN, del que Ucrania será parte, fue el medio de admitir su entrada informal. Los cálculos de la alianza han establecido que es sólo cuestión de tiempo que Rusia se vea obligada a asimilar la presencia de la OTAN dentro del territorio ucraniano. Las condiciones dependen de cuánto dure la guerra y de un posible acuerdo de paz o armisticio.

La incapacidad de Rusia para impedir que Finlandia y Suecia sean absorbidas por este brazo armado de Estados Unidos en Europa favorece a las fuerzas del imperialismo. Es lo que ha permitido a las antiguas repúblicas soviéticas del Báltico burlarse y provocar al gobierno de Putin. Una vez que Rusia agote o disminuya significativamente sus recursos económicos y militares desplegados en la larga guerra con Ucrania, verá afectada su Federación que se formó en medio del derrocamiento de la URSS. Las antiguas repúblicas de Asia Central y el Cáucaso están escapando al control de Rusia y se ven cada vez más influidas por fuerzas exteriores. El hecho de que la propia China haya aprovechado la desaparición de la URSS para reforzar sus posiciones comerciales en Asia Central refleja la gran pugna que los capitales están promoviendo en partes importantes del territorio de la antigua URSS.

El imperialismo no puede tolerar y convivir con un proceso de restauración capitalista administrado por una Rusia independiente que necesita preservar los poderes ejercidos sobre el gigantesco territorio rico en recursos naturales y, en particular, en materias primas estratégicas. En el marco de la crisis mundial, que se extiende y profundiza desde 2008, la guerra de Ucrania ha dinamizado las fuerzas del imperialismo, dirigidas por Estados Unidos, para unirse y concentrarse contra Rusia y China, dos de los países más importantes en los que han estallado revoluciones proletarias, se ha derrocado a la burguesía del poder, se estatizó la propiedad privada de los medios de producción y se les sometió a la economía planificada.

Rusia salió debilitada de la restauración contrarrevolucionaria del capitalismo, pero siguió siendo una potencia regional, sobre todo militarmente. China ha ascendido como potencia económica y está emergiendo como fuerza militar en el Indo-Pacífico. Este proceso histórico debe convertirse en un factor de reorganización del capitalismo mundial, cuyo reparto del mundo tras la Segunda Guerra Mundial se agotó.

La OTAN, creada el mismo año que la Revolución China, fue diseñada para enfrentarse militarmente a la URSS y a futuras revoluciones proletarias, así como para sofocar la rebelión de las naciones oprimidas. Se mantuvo tras la liquidación de la URSS y la voluntad de la burocracia china de restaurar el capitalismo. Pasó por un periodo de letargo, dado el acomodo tras las tumultuosas relaciones mundiales entre los años setenta y noventa. Por eso los portavoces del imperialismo dicen con orgullo que la guerra en Ucrania ha resucitado a la OTAN y promovido una inesperada alianza entre las potencias contra Rusia. Una alianza que Estados Unidos busca impulsar en su guerra comercial contra China.

La cumbre de Vilna reforzó el presupuesto militar, impulsó la escalada militar y estableció un plan de zonas estratégicas que serán fortificadas con soldados y armas. Sin embargo, el clima político de la cumbre estuvo marcado por el fracaso de la contraofensiva de las Fuerzas Armadas ucranianas, que no aprovecharon la crisis militar a la que se enfrentaba el gobierno de Putin con el motín del Grupo Wagner. La decisión de Biden, poco antes de la cumbre, de enviar bombas de racimo, prohibidas en más de 100 países, se debió al reconocimiento de que la parafernalia bélica enviada a Zelensky no fue suficiente para imponer a Rusia una contraofensiva victoriosa. Está completamente claro que el imperialismo ha hecho de Ucrania carne de cañón, la ha utilizado para deshacerse de sus depósitos de armas y justificar el gran rearme de las potencias tras la Segunda Guerra Mundial.

La clase obrera mundial debe levantar la bandera «Abajo la Cumbre de la OTAN», por el fin de la guerra en Ucrania, por una paz sin anexiones, sin las imposiciones del imperialismo. ¡Por el desmantelamiento de las bases de la OTAN y de EEUU! ¡No a la sumisión de Finlandia y Suecia a la estrategia de guerra de Estados Unidos y sus aliados! Por el fin del cerco militar a Rusia y China. Sólo la clase obrera, organizada y en lucha bajo la estrategia de la revolución social, puede poner fin a la guerra, derrotar la ofensiva imperialista e imponer la autodeterminación y la integridad territorial de Ucrania.

(POR Brasil – Masas nº 693)

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